domingo, 28 de agosto de 2011

«Los chicos y las chicas están ahí, bajo la lluvia. Yo me quedo»

Benedicto XVI rodeado de jóvenes en la vigilia de Cuatro Vientos
   «Los chicos y las chicas están ahí, bajo la lluvia. Yo me quedo»: apenas han trascendido estas palabras del Papa a sus ayudantes, tras la fenomenal tormenta que se desató en Cuatro Vientos, durante la Vigilia de oración. Pero quien haya querido ver en su actitud un signo de fortaleza, o un gesto de solidaridad hacia los que se estaban calando de pies a cabeza, se equivoca. 

   A Benedicto XVI le ocurrió lo mismo que le ha pasado a cualquiera que haya estado en Madrid durante la JMJ: la sorpresa y el asombro que se despiertan ante la novedad de la fe. No de otra manera se explica que dos millones de jóvenes de todo el mundo siguieran cantando y dando palmas, después de varios días bajo un sol de 40 grados, y luego bajo la tempestad de la noche. Las imágenes no mienten. Todo el mundo pudo ver por televisión que la Iglesia está viva y es joven, que las palabras del Papa, al inicio de su pontificado, no fueron un brindis al sol, sino una realidad patente bajo la lluvia de Cuatro Vientos.

    «Lo difícil no es organizar una fiesta, sino asegurar la alegría», escribió Nietzsche. Y si de alegría tuvo mucho la JMJ, de fe tuvo mucho más: sin duda, la imagen que es capaz de resumir los días de esta Jornada, la que apenas han reflejado los fotógrafos, la que casi ni ha salido por televisión, la que sólo puede percibir en su totalidad la retina de Dios, es la de dos millones de personas arrodilladas, junto al Santo Padre, delante del Señor Eucaristía, en silencio. Y un silencio de dos millones de personas es mucho silencio..., y mucha oración.

ALFA Y OMEGA

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