El padre Shields, con un niño rescatado
Cinco mujeres están sentadas formando un círculo.
Encienden velas. Muchas velas. Son 47 pequeñas luces, tantas como niños
han abortado esas cinco mujeres. Por primera vez en su vida, hablan de
ello. Juntas, muestran duelo por sus niños muertos, les dan nombres,
piden perdón. En ese su camino, ciertamente difícil y doloroso, cuentan
con ayuda espiritual: la iniciativa se debe al padre Michael Shields,
que desde hace 20 años, con apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada,
desarrolla su labor en la ciudad rusa de Magadán
«El aborto deja una profunda herida en el alma. Si no se cura, las
mujeres terminan llenas de amargura y rencor», dice el padre Michael
Shields, sacerdote católico procedente de Alaska, y que ahora trabaja en
la ciudad rusa de Magadán. En la era soviética, el aborto fue un medio
muy extendido para el control de la natalidad en Rusia; y, todavía hoy,
las cifras de abortos son muy elevadas. «Aquí, prácticamente todas las
mujeres mayores de 30 años han abortado; algunas, incluso más de diez
veces. Pero, cuando comencé a hablar de ello en mi predicación, casi
ninguna lo admitía», dice. Hoy, cada vez más mujeres, cuyas almas están
heridas por esas experiencias, buscan ayuda. Algunas, tras el largo
proceso curativo, se convierten en sostén para otras, y explican el
dolor que conlleva abortar.
Pero en Magadán no sólo se atiende a mujeres que han abortado, sino también a embarazadas que se encuentran desesperadas y no saben cómo superar la vida con un niño. Frecuentemente, su pareja pone a la mujer en la disyuntiva de abortar o abandonar la vivienda común. La mayoría tampoco recibe ayuda de sus padres. «La decisión en favor del hijo exige de la mujer mucha valentía, pues de repente se encuentra ante el vacío: no tiene dinero, ni vivienda, ni nadie que la apoye, porque la mayoría no mantiene contacto con su familia desde que se fueron a vivir con su novio», expone el padre Shields.
El papel de la pornografía
Muchos hombres, incluso, dicen que el embarazo afea a la
novia. Según el padre Michael, «las películas porno desempeñan un papel
terrible. La pornografía es como una enfermedad de la sociedad: está
disponible de modo omnipresente y destroza las relaciones y las
familias, y degrada a las mujeres. En muchos casos, comienzan a vivir
juntas parejas que no tienen nada más en común que la atracción sexual;
no hay sentimiento de responsabilidad, ni obligaciones frente a la
pareja». Pero también hay matrimonios que se deciden a abortar, por las
condiciones económicas: en muchos pueblos, la tasa de paro asciende al
75%, y muchos consideran a un hijo como una carga.
Para ayudar a las mujeres a decidirse en favor del hijo, se precisan ayudas concretas, subraya el padre Michael. «Las buenas palabras solas no sirven de nada. Las mujeres han de ver que se les ayuda realmente: necesitan alimentos, medicamentos y dinero para el alquiler. Cuando reciben por primera vez algo de nosotros, quedan sorprendidas. Conseguimos, lo más pronto posible, imágenes de ultrasonido del hijo, para que puedan crear una relación con él, y les ayudamos a comprar pronto ropa para el bebé, para prepararse a recibirlo y alegrarse por ello. También les ayudamos a comprar todo para la estancia en el hospital, pues en las clínicas no hay de nada». Como, en casos de emergencia, algunas mujeres necesitan un techo, el padre Shields, con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha habilitado una vivienda en su parroquia, para las jóvenes madres que no disponen de vivienda.
Y además del apoyo material, muchas precisan de ayuda para asumir su papel de madre, pues nunca han conocido lo que es una madre de verdad. «No saben qué tienen que hacer», dice el padre Michael. Por eso, algunas madres de la parroquia las acompañan, les dan consejos, ayuda y cariño. E, incluso, les ayudan a terminar los estudios: «Deben ver que tienen una oportunidad en su nueva vida». En su labor, el padre Shields cuenta con el apoyo de su obispo, monseñor Kiril Klimowicz, de Irkutsk (diócesis de San José), que ha dado una alta prioridad a la protección de la vida humana.
Para ayudar a las mujeres a decidirse en favor del hijo, se precisan ayudas concretas, subraya el padre Michael. «Las buenas palabras solas no sirven de nada. Las mujeres han de ver que se les ayuda realmente: necesitan alimentos, medicamentos y dinero para el alquiler. Cuando reciben por primera vez algo de nosotros, quedan sorprendidas. Conseguimos, lo más pronto posible, imágenes de ultrasonido del hijo, para que puedan crear una relación con él, y les ayudamos a comprar pronto ropa para el bebé, para prepararse a recibirlo y alegrarse por ello. También les ayudamos a comprar todo para la estancia en el hospital, pues en las clínicas no hay de nada». Como, en casos de emergencia, algunas mujeres necesitan un techo, el padre Shields, con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha habilitado una vivienda en su parroquia, para las jóvenes madres que no disponen de vivienda.
Y además del apoyo material, muchas precisan de ayuda para asumir su papel de madre, pues nunca han conocido lo que es una madre de verdad. «No saben qué tienen que hacer», dice el padre Michael. Por eso, algunas madres de la parroquia las acompañan, les dan consejos, ayuda y cariño. E, incluso, les ayudan a terminar los estudios: «Deben ver que tienen una oportunidad en su nueva vida». En su labor, el padre Shields cuenta con el apoyo de su obispo, monseñor Kiril Klimowicz, de Irkutsk (diócesis de San José), que ha dado una alta prioridad a la protección de la vida humana.
Juntos, a favor de la familia
Algunas mujeres y sus hijos,
en el Centro de Protección de la Vida, de Irkutsk
«Tenemos que salvar todas las vidas. En Rusia, la Iglesia católica
y la ortodoxa pueden cooperar estrechamente en este campo. La
protección de la vida humana, el compromiso en pro de la familia, de la
dignidad de la mujer y contra el aborto y la pornografía, ofrecen
espacios para la unidad», dice. Sobre todo en Magadán, una población
tristemente célebre por los campos de trabajo soviéticos: «Los
comunistas aniquilaron la dignidad humana -dice el padre Michael-. Aquí,
donde se pisoteó la vida humana, las Iglesias han de colaborar en pro
de la vida». De hecho, también hay momentos de esperanza: muchas mujeres
dejan vivir a su hijo; bastantes jóvenes padres, que primero las
empujaron a abortar, acaban teniendo cariño al niño cuando nace y surge
una pequeña familia; otras madres terminan la formación profesional y se
valen por sí mismas...
Ante un icono de la Virgen de la Vida, hay velas encendidas: velas
por los niños muertos y velas por la vida. Muchos niños de Magadán
nunca habrían nacido sin la ayuda del padre Michael y sus ayudantes.
Hoy, juegan y ríen; y sus madres están alegres. Esos niños contribuyen a
que Magadán haya dejado de ser un depósito de cadáveres, para ser un lugar vivo.
Eva-Maria Kolmann
Alfa y Omega
Alfa y Omega
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