domingo, 15 de abril de 2012

De depósito de cadáveres ex-soviético, a lugar vivo



El padre Shields, con un niño rescatado

   Cinco mujeres están sentadas formando un círculo. Encienden velas. Muchas velas. Son 47 pequeñas luces, tantas como niños han abortado esas cinco mujeres. Por primera vez en su vida, hablan de ello. Juntas, muestran duelo por sus niños muertos, les dan nombres, piden perdón. En ese su camino, ciertamente difícil y doloroso, cuentan con ayuda espiritual: la iniciativa se debe al padre Michael Shields, que desde hace 20 años, con apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, desarrolla su labor en la ciudad rusa de Magadán
 
«El aborto deja una profunda herida en el alma. Si no se cura, las mujeres terminan llenas de amargura y rencor», dice el padre Michael Shields, sacerdote católico procedente de Alaska, y que ahora trabaja en la ciudad rusa de Magadán. En la era soviética, el aborto fue un medio muy extendido para el control de la natalidad en Rusia; y, todavía hoy, las cifras de abortos son muy elevadas. «Aquí, prácticamente todas las mujeres mayores de 30 años han abortado; algunas, incluso más de diez veces. Pero, cuando comencé a hablar de ello en mi predicación, casi ninguna lo admitía», dice. Hoy, cada vez más mujeres, cuyas almas están heridas por esas experiencias, buscan ayuda. Algunas, tras el largo proceso curativo, se convierten en sostén para otras, y explican el dolor que conlleva abortar. 


Pero en Magadán no sólo se atiende a mujeres que han abortado, sino también a embarazadas que se encuentran desesperadas y no saben cómo superar la vida con un niño. Frecuentemente, su pareja pone a la mujer en la disyuntiva de abortar o abandonar la vivienda común. La mayoría tampoco recibe ayuda de sus padres. «La decisión en favor del hijo exige de la mujer mucha valentía, pues de repente se encuentra ante el vacío: no tiene dinero, ni vivienda, ni nadie que la apoye, porque la mayoría no mantiene contacto con su familia desde que se fueron a vivir con su novio», expone el padre Shields.

El papel de la pornografía
Muchos hombres, incluso, dicen que el embarazo afea a la novia. Según el padre Michael, «las películas porno desempeñan un papel terrible. La pornografía es como una enfermedad de la sociedad: está disponible de modo omnipresente y destroza las relaciones y las familias, y degrada a las mujeres. En muchos casos, comienzan a vivir juntas parejas que no tienen nada más en común que la atracción sexual; no hay sentimiento de responsabilidad, ni obligaciones frente a la pareja». Pero también hay matrimonios que se deciden a abortar, por las condiciones económicas: en muchos pueblos, la tasa de paro asciende al 75%, y muchos consideran a un hijo como una carga.

Para ayudar a las mujeres a decidirse en favor del hijo, se precisan ayudas concretas, subraya el padre Michael. «Las buenas palabras solas no sirven de nada. Las mujeres han de ver que se les ayuda realmente: necesitan alimentos, medicamentos y dinero para el alquiler. Cuando reciben por primera vez algo de nosotros, quedan sorprendidas. Conseguimos, lo más pronto posible, imágenes de ultrasonido del hijo, para que puedan crear una relación con él, y les ayudamos a comprar pronto ropa para el bebé, para prepararse a recibirlo y alegrarse por ello. También les ayudamos a comprar todo para la estancia en el hospital, pues en las clínicas no hay de nada». Como, en casos de emergencia, algunas mujeres necesitan un techo, el padre Shields, con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha habilitado una vivienda en su parroquia, para las jóvenes madres que no disponen de vivienda.

Y además del apoyo material, muchas precisan de ayuda para asumir su papel de madre, pues nunca han conocido lo que es una madre de verdad. «No saben qué tienen que hacer», dice el padre Michael. Por eso, algunas madres de la parroquia las acompañan, les dan consejos, ayuda y cariño. E, incluso, les ayudan a terminar los estudios: «Deben ver que tienen una oportunidad en su nueva vida». En su labor, el padre Shields cuenta con el apoyo de su obispo, monseñor Kiril Klimowicz, de Irkutsk (diócesis de San José), que ha dado una alta prioridad a la protección de la vida humana.
Juntos, a favor de la familia
 

Algunas mujeres y sus hijos,
en el Centro de Protección de la Vida, de Irkutsk
 
«Tenemos que salvar todas las vidas. En Rusia, la Iglesia católica y la ortodoxa pueden cooperar estrechamente en este campo. La protección de la vida humana, el compromiso en pro de la familia, de la dignidad de la mujer y contra el aborto y la pornografía, ofrecen espacios para la unidad», dice. Sobre todo en Magadán, una población tristemente célebre por los campos de trabajo soviéticos: «Los comunistas aniquilaron la dignidad humana -dice el padre Michael-. Aquí, donde se pisoteó la vida humana, las Iglesias han de colaborar en pro de la vida». De hecho, también hay momentos de esperanza: muchas mujeres dejan vivir a su hijo; bastantes jóvenes padres, que primero las empujaron a abortar, acaban teniendo cariño al niño cuando nace y surge una pequeña familia; otras madres terminan la formación profesional y se valen por sí mismas... 

Ante un icono de la Virgen de la Vida, hay velas encendidas: velas por los niños muertos y velas por la vida. Muchos niños de Magadán nunca habrían nacido sin la ayuda del padre Michael y sus ayudantes. Hoy, juegan y ríen; y sus madres están alegres. Esos niños contribuyen a que Magadán haya dejado de ser un depósito de cadáveres, para ser un lugar vivo. 

Eva-Maria Kolmann
Alfa y Omega

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