Un niño, de unos nueve años, asiste con su padre a la Santa Misa.
En el momento de la comunión el crío, con aspecto tristón, no hace ademán de acercarse a comulgar.
Entonces interviene el padre:
- Vamos a comulgar. - Yo no puedo, papá -responde el pequeño, lloroso.
- A ver, hijo, ¿qué te pasa?. Y el niño, ya llorando, confiesa:
- ¿No sabes aquella pluma que me regalaron cuando hice la Primera Comunión?. Pues, la vendí por diez euros.
El padre, con esa pedagogía que enseña el cariño, le acaricia diciéndole:
- Hijo mío, eso no es un pecado; eso es solo un mal negocio. Anda, vamos a comulgar.
Adaptado de Jesús Urteaga
ANECDONET
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