Se cuenta de un gran científico de la universidad de Harvard (Luis Agassiz, de origen suizo) de los mejores en el terreno de la biología, que para la formación de sus discípulos acudía al siguiente expediente: entregaba al que acudía a él un pez y le pedía que lo mirara con mucha atención, durante media hora o una hora entera. Después le exigía que le describiera con detenimiento lo que había observado. Cuando el discípulo creía que ya había descrito todo lo que se podía de aquel animal, el maestro insistía:
-Mire, ni siquiera ha visto usted el pez. Tómese un buen rato y siga observándolo. Luego hablaremos de nuevo.
Era el modo que tenía de conseguir que sus alumnos tuvieran un bien desarrollado espíritu de observación, cosa importante para un investigador de la naturaleza. La práctica saca maestros.
Para imitar a Cristo, e incluso identificarse con Él, lo primero es conocerlo bien, a fondo. Mirar y más mirar el Santo Evangelio. ¡Si tuviéramos mejores dotes de observación!
J. EUGUI
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