domingo, 11 de abril de 2010

¡QUIERO ARRODILLARME!


Os reproduzco esta preciosa anécdota contada por Konrad Krajewski (Encargado de ceremonias pontificias)

Quisiera contar un momento muy significativo que me han marcado profundamente. Ocurrió durante la última celebración del Corpus Christi presidida por el Papa (en el año 2004). En aquel entonces el Pontífice ya no caminaba. El maestro de ceremonias y yo lo habíamos subido con la silla sobre la plataforma del vehículo preparado a propósito para la procesión: ante el Papa, por detrás del reclinatorio, estaba expuesto el ostensorio con el Santísimo Sacramento.

Durante la procesión el Pontífice se dirigió a mí en polaco pidiendo poder arrodillarse. Me sentía perplejo ante tal petición porque físicamente el Papa no estaba en condiciones de hacerlo. Con mucha delicadeza, le mostré la imposibilidad de arrodillarse porque la plataforma oscilaba durante el recorrido y sería muy peligroso realizar un gesto así.

El Papa respondió con su famoso dulce “murmullo”. Pasado un rato, a la altura de la Universidad Pontificia “Antonianum”, repitió de nuevo: “¡Quiero arrodillarme!”, y yo, con muchas dificultades por tener que repetir la respuesta negativa, sugerí que sería más prudente intentarlo en las proximidades de Santa María la Mayor; a lo que de nuevo ha seguido aquel “murmullo”. A pesar de todo, después de unos instantes, llegados a la curia de los padres redentoristas, exclamó en polaco con determinación y casi gritando: “¡Aquí está Jesús! Por favor…”. Ya no era posible contrariarlo.

El maestro fue testigo de aquellos momentos. Nuestras miradas se cruzaron, y, sin decir nada, comenzamos a ayudarlo a arrodillarse. Lo hicimos con gran dificultad, casi dejándolo caer sobre el reclinatorio. El Papa se aferraba al borde del reclinatorio y trataba de sostenerse. Sin embargo, las rodillas no le respondían ya y tuvimos rápidamente que devolverlo sobre la silla entre las dificultades, que no eran sólo físicas, sino también debido a los paramentos litúrgicos.

Acabábamos de asistir a una gran demostración de fe: a pesar de que el cuerpo ya no respondía a la llamada interior, la voluntad permanecía firme y fuerte. El Pontífice había demostrado, a pesar de su gran sufrimiento, la fuerza interior de la fe que quería demostrar con el gesto de arrodillarse. No contaban para nada nuestras sugerencias disuadiéndole de cumplir aquel gesto. El Papa siempre había mantenido que ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento, es necesario ser muy humilde y expresar esta humildad a través del gesto físico.

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