lunes, 5 de abril de 2010

«Yo sólo puedo ser entendido desde dentro»


«Tratan de entenderme desde fuera, pero yo sólo puedo ser entendido desde dentro»: en una confidencia de extremada intimidad, así se lo confió Juan Pablo II a una persona muy querida. Lo cuenta el Postulador de su Causa de canonización, el sacerdote polaco don Slawomir Oder, en el libro Por qué es santo, que ha publicado para la editorial italiana Rizzoli, junto con el redactor jefe de Famiglia Cristiana, Saverio Gaeta

Cuando se cumplen cinco años del paso a la vida eterna y definitiva de Karol Wojtyla, persona muy querida que ha formado y forma parte intensamente de tantas vidas, este libro desvela algunos episodios, increíblemente todavía inéditos, de la vida del inolvidable, querido, magno Pontífice polaco: cosas que no se habían contado procedentes de los archivos de los Servicios Secretos polacos; detalles sobre su maravilloso sentido de la responsabilidad frente a su durísima enfermedad; testimonios de personas muy cercanas, dados a conocer para la Causa de canonización; aspectos desconocidos de su insondable misticismo y hasta de su espíritu de mortificación y de penitencia.

El padre Oder cuenta en este libro cosas preciosas: de cuando, siendo obispo, iba a hacer la Visita pastoral a los enfermos en sus casas; de cómo a los monseñores romanos favorables a la Ostpolitik -la política de cauta apertura del Vaticano a los regímenes del Este europeo comunista- les llevaba a las medio chabolas heladas de la periferia de Cracovia, para que ateridos de frío comprobaran cómo les engañaban los capitostes comunistas cuando les decían que permitían la construcción de templos; de cómo se enteró, por el chófer del Arzobispado, de la muerte de Juan Pablo I, y cómo se le cayó de las manos la cucharilla del desayuno, que dejó a medias, para correr a la capilla preguntándose en voz alta: «¿Qué nos quiere indicar el Señor con esto?» Y cómo, cuando el chófer que le llevó al aeropuerto, para que fuera al Cónclave del que salió elegido Papa, le deseó que volviera pronto, él le dijo: «No se sabe...»

Hay cientos de anécdotas y testimonios que ponen de relieve la prodigiosa humanidad y la no menos prodigiosa espiritualidad de Karol Wojtyla: personalidades de la Curia romana iban a felicitarle la Navidad, pero el único que le deseó feliz Navidad al guardia suizo de servicio ante la puerta del Papa, fue el propio Papa. O su reproche al monseñor que se mostraba preocupado porque no había manera de cumplir la agenda del Papa, a causa de lo mucho que se detenía con los enfermos: «Monseñor, con quien sufre jamás se debe de tener prisa». A un cardenal francés que temía por la seguridad del Papa, en uno de sus viajes a Francia, le dijo: «Le aseguro, Eminencia, que ningún sitio es más peligroso que la plaza de San Pedro». Otro día comentó: «Creo que la Historia no recordará a este Papa, pero, si lo hiciera, me gustaría que me recordara como el Papa de la familia».

Su sucesor, Joseph Ratzinger, entra en el quinto año de su pontificado. Muy pocas veces en la historia de la Iglesia la vida de dos Papas ha estado tan recíproca y estrechamente imbricada. No se entiende el magisterio del uno sin el del otro. El viento pentecostal, impetuoso, que misteriosamente hacía pasar las hojas del Evangeliario colocado sobre el ataúd del Papa Juan Pablo II ante la basílica de San Pedro, aquella tarde de abril, misteriosa pero concretísima y gozosamente, sigue soplando sobre Benedicto XVI, y llena toda la casa.
ALFAYOMEGA

Os animo a comprar este libro.

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