El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de salir encuentran un campesino, que planta afanoso una palmera. El sultán se detiene al verlo y le pregunta asombrado:
-¡Oh, cheikk (anciano)!, plantas esta palmera y no sabes quiénes comerán su fruto... muchos años necesita para que madure, y tu vida se acerca a su término.
El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta:
-¡Oh, sultán! Plantaron y comimos; plantemos para que coman.
El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata, que el anciano toma haciendo una zalema, y luego dice:
-¿Has visto, ¡oh, rey!, cuán pronto ha dado fruto la palmera?
C. Toval, Los mejores cuentos juveniles de la Literatura Universal
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