En la fachada de una Iglesia en Inglaterra, se puede ver esculpida una figura de un cordero, y hay una historia verídica que lo explica. Es como sigue:
Muchos años atrás, cuando aquella iglesia se estaba edificando, un obrero que estaba trabajando sobre un andamio, a gran altura del suelo, se retiró un poco para ver el efecto de su obra; pero fue más allá del borde del andamio y cayó al suelo.
Sus compañeros viéndolo caer de tan grande altura lo dieron por muerto. Sin embargo con gran sorpresa le vieron levantarse y retirarse al parecer completamente ileso. Uno de los compañeros fue tras él para acompañarle a su casa.
- Di, Tomás, ¿qué fue lo que te salvó la vida? - fue la inmediata pregunta de su camarada. - Pues mira, fue ese cordero.
Y era la verdad. Precisamente en el lugar de la desgracia estaban paciendo algunas ovejas con sus corderos, y el hombre había caído encima de un corderito. Murió al instante el cordero pero la vida del hombre fue salvada.
-¡Tomás, -dijo su amigo, si no hubieras caído encima de este cordero, te hubieras matado! ¿qué hubiera sido de tu alma?
-¡Ah! dijo el hombre- lo que me ha sucedido hoy me ha abierto los ojos. Veo que no merezco otra cosa que la ira de Dios.
- Es cierto - respondió su amigo -. Pero puedes dar gracias a Dios de que hay otro cordero que libra de la muerte.
Toda la ira que merecen tus pecados cayó sobre Jesús, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" sufriendo la muerte de cruz. El murió para que tu pudieses vivir. Se esculpió en la piedra un cordero, como recuerdo del suceso; y por muchos años, después, cuando aquel hombre veía aquel cordero, le recordaba el día que se salvó de dos muertes. La manera como había sido salvo en su accidente fue un ejemplo de la única manera que podía ser salvado de la muerte eterna. Desde aquel día confió en Cristo como el verdadero Cordero de Dios, como su Salvador, y podía decir:
- "El me amó y se dio a sí mismo por mí"
Muchos años atrás, cuando aquella iglesia se estaba edificando, un obrero que estaba trabajando sobre un andamio, a gran altura del suelo, se retiró un poco para ver el efecto de su obra; pero fue más allá del borde del andamio y cayó al suelo.
Sus compañeros viéndolo caer de tan grande altura lo dieron por muerto. Sin embargo con gran sorpresa le vieron levantarse y retirarse al parecer completamente ileso. Uno de los compañeros fue tras él para acompañarle a su casa.
- Di, Tomás, ¿qué fue lo que te salvó la vida? - fue la inmediata pregunta de su camarada. - Pues mira, fue ese cordero.
Y era la verdad. Precisamente en el lugar de la desgracia estaban paciendo algunas ovejas con sus corderos, y el hombre había caído encima de un corderito. Murió al instante el cordero pero la vida del hombre fue salvada.
-¡Tomás, -dijo su amigo, si no hubieras caído encima de este cordero, te hubieras matado! ¿qué hubiera sido de tu alma?
-¡Ah! dijo el hombre- lo que me ha sucedido hoy me ha abierto los ojos. Veo que no merezco otra cosa que la ira de Dios.
- Es cierto - respondió su amigo -. Pero puedes dar gracias a Dios de que hay otro cordero que libra de la muerte.
Toda la ira que merecen tus pecados cayó sobre Jesús, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" sufriendo la muerte de cruz. El murió para que tu pudieses vivir. Se esculpió en la piedra un cordero, como recuerdo del suceso; y por muchos años, después, cuando aquel hombre veía aquel cordero, le recordaba el día que se salvó de dos muertes. La manera como había sido salvo en su accidente fue un ejemplo de la única manera que podía ser salvado de la muerte eterna. Desde aquel día confió en Cristo como el verdadero Cordero de Dios, como su Salvador, y podía decir:
- "El me amó y se dio a sí mismo por mí"
ANECDONET
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