viernes, 4 de marzo de 2011

UNA MENDIGA OFRECE SU VIDA

San Josemaría en Encontrarás dragones
   San Josemaría Escrivá, muy en los comienzos del Opus Dei, allá por los primeros años 30, trabajaba como capellán de las religiosas agustinas recoletas del Patronato de Santa Isabel. Él acostumbraba a pedir oraciones a muchas personas -sacerdotes, enfermos...- por una intención suya, que no era otra cosa que la Obra que Dios le había inspirado el 2 de octubre de 1928.

   Cerca de la iglesia del Patronato solía situarse una mendiga para pedir limosna y Don Josemaría se la encontraba habitualmente. Un día se acercó a ella y, como refirió muchos años después, le dijo:

   -Hija mía, yo no puedo darte oro ni plata; yo, pobre sacerdote de Dios, te doy lo que tengo: la bendición de Dios Padre Omnipotente. Y te pido que encomiendes mucho una intención mía, que será para mucha gloria de Dios y bien de las almas. ¡Dale al Señor todo lo que puedas!

   Al poco tiempo dejó de verla. Pero se la acabó encontrando en uno de los hospitales donde acostumbraba por esa época a prestar servicios materiales y espirituales a los enfermos.
   -Hija mía, ¿qué haces tú aquí, qué te pasa?

   Ella le miró sonriente. Estaba gravemente enferma. El sacerdote le indicó que al día siguiente la encomendaría especialmente en la Misa para que se curara. La mendiga respondió:
   -Padre, ¿cómo no entiende? Usted me dijo que encomendase una cosa que era para mucha gloria de Dios y que le diera todo lo que pudiera al Señor: le he ofrecido lo que tengo, mi vida.

Cfr. J.M. Cejas, José María Somoano

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