miércoles, 13 de abril de 2011

AMOR PARA DAR Y VENDER

plaza de la Almoina
   Mama Concha, con 84 años, abre un minúsculo bar tras sacar adelante ella sola a seis hijos. En los seis metros cuadrados hace tartas, zumos, crepes, arroces y dice que cocinar para los demás es una forma más de amar.

   Mama Concha tiene amor para dar y vender. Se lo dio a su marido y a sus seis hijos y lo vende en forma de tartas, crepes o arroces en su último proyecto: el bar más diminuto y más aprovechado de la ciudad, al lado de la sede del CEU, junto a la plaza de la Almoina.

   Todo sería una historia de lo más normal a no ser que Mama Concha es más bisabuela que una mama. Tiene 84 años. Nació en Bello (Teruel) y toda su vida ha sido un continuo de amor, actividad y de proyectos empresariales. Lo primero que quiere destacar es que ella amó a su marido por encima de todas las cosas. Algo desmedido, dice. Estuvieron casados sólo 12 años porque él, Don Juan Sanchis Guerola (el don lo pone ella), murió cuando Doña Concha, lo pongo yo, contaba sólo con 35 años. De ese incontenible amor, como ella reconoce, nacieron seis hijos.
   Pero ella no se vino abajo. Ni mucho menos. Lo que hizo Doña Concha fue «dedicarme a terminar la obra que mi marido y yo empezamos juntos. Era un homenaje para él sacar adelante a los seis hijos que tuvimos». Así que se quedó con la farmacia de Tavernes de la Valldigna pero no contenta se marchó a Madrid a estudiar Óptica. Allí ya vivían dos de sus hijas, la azafata de vuelo y la artista. Debajo de la casa que compraron en la capital había un local y no se le ocurrió otra cosa que abrir una pizzería. Cuando ella volvió a Tavernes las hijas la tuvieron que traspasar porque «les daba demasiada faena».
   Pero Doña Concha no paró. Eso es casi un pecado para una cristiana convencida como ella: «Cuando yo llegue al cielo y me enfrente al juicio de Dios no me podrá decir que he perdido ni un minuto en esta vida. Perder el tiempo es una insensatez», dice mientras una joven extranjera llega al local y le pide que le haga un zumo de naranja. La chica se empeña en hablar en castellano, pero Doña Concha es más perseverante que ella y se empecina en mantener la conversación en inglés. Sí, habla inglés. Cuando se jubiló de la óptica, que ahora llevan sus hijos mayores, se vino a Valencia a estudiar. Como venía casi todos los días al final decidió quedarse un piso. Va al CEU a la Universidad de la Experiencia y a la Escuela Oficial de Idiomas donde cursa tercero de inglés.
   Fue yendo al CEU cuando vio el local, que acababan de dejar. Era un expendedor de kebabs y ella ni corta ni perezosa se lo quedó y rumió: «Mi hija Pilar es sobrecargo de Iberia y es probable que se tenga que prejubilar. Cogí este local pensando en ella, para que tuviera un sitio donde trabajar tras dejar la compañía». No se puede tener más amor. Abrir un local a los 84 años para que la hija de 50 pueda mantenerse activa...
   Pero el 'Mama Concha', así también se llama el barecito, no es el último proyecto de la señora. Lleva tres años yendo los veranos a Inglaterra con su nieta para estudiar inglés. Allí además de «ser la mejor y la más aplicada alumna, o al menos eso dicen los profesores» se ha hecho famosa por sus paellas y sus tortillas. Este verano amenaza con quedarse allí y abrir otro 'Mama Concha' donde seguir repartiendo amor.

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