Amparo Medina |
De militante pro abortista y guerrillera, Amparo Medina pasó a la lucha pro vida desde una organización de Ecuador. Comenta que su decisión la llevó a que la despidan de su trabajo, pero también a salvar la vida de miles de niños.
Militó en grupos de la izquierda radical, fue guerrillera, luchadora pro aborto y ex funcionaria del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Actualmente, la ecuatoriana Amparo Medina (43), madre de 3 hijos y presidenta de la Red Pro Vida, de Ecuador, lucha en contra del aborto y de las Leyes de Salud Sexual y Reproductiva que promueven los gobiernos en los países de América Latina. En una visita por Paraguay ofreció su testimonio.
La causa de su conversión
Fue en 2004, cuando la cabeza de Amparo hizo un ‘click’. En ese año -cuenta- le sucedieron dos hechos que la marcaron para siempre: vivió casi como en carne propia un aborto y fue testigo de un milagro que le salvó la vida. Al hablar de la primera experiencia, ella no deja de lamentar aquellos momentos. «Acompañé a una amiga, que había quedado embarazada por una relación que había tenido por fuera de su matrimonio», recuerda.
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Hasta hoy, Amparo no deja de sentirse culpable por ello y hasta fundó una asociación que ayuda a superar la depresión post-aborto a los padres y madres que han recurrido a esto. «Entendí que ninguna mujer aborta porque le guste; el sufrimiento es inmenso y deja marcas que nunca se pueden superar», reflexiona y asegura que la responsabilidad para evitar que se produzcan embarazos no deseados no pasa por administrar preservativos sino en enseñar de qué se trata la sexualidad; qué riesgos y responsabilidades implica.
El otro episodio que la marcó a fuego sucedió en plena selva, mientras ordenaba el frente de resistencia «en defensa de las tierras indígenas». Del lado opositor, otra vez la milicia. «Me rozó una bala del lado izquierdo del pecho, caí y quedé inconsciente. Fue ahí cuando tuve la visión de una niña de 16 ó 17 años que dijo que me amaba. Ahora estoy segura de que era la Virgen María», dice convencida y remata: «No soy más que la pieza de un engranaje muy superior».
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