lunes, 18 de julio de 2011

Cándido Urbano, 96 años al pie del cañón

Opus Dei - Despues de haberse jubilado hace 30 años, Cándido ha protagonizado una campaña de publicidad del banco donde trabajó
Despues de haberse jubilado hace 30 años, Cándido ha protagonizado una campaña de publicidad del banco donde trabajó

Se jubiló hace más de treinta años. El director de la entidad financiera donde trabajó le ha llamado para realizar una campaña publicitaria. En 1971 fue director de una oficina y pionero en el lanzamiento de la primera tarjeta bancaria.

Cándido, con sus 96 años, tiene una memoria prodigiosa; se sabe los nombres con sus dos apellidos y recuerda las fechas con precisión: “hice las oposiciones para entrar en el banco el 12 octubre del año 1939 y comencé a trabajar el 10 de enero del 1940. Comencé mi labor en la secretaría, que entonces era la sección más importante del banco. Pasé por diferentes puestos hasta que me jubilé 40 años más tarde, en marzo de 1980”.

Enseña con orgullo la camiseta del Athletic, que le han regalado con su nombre detrás y el numero 96, como corresponde a su edad: por algo es el socio número 22.

Conoció el Opus Dei a través de un compañero, aunque antes ya había oído hablar de él. “He procurado ser siempre un buen católico. Hace muchos años fui presidente de Acción Católica. Había allí un sacerdote exquisito que nos dedicaba mucho tiempo; nos formaba y charlábamos con confianza con él. De vez en cuando nos hablaba del Opus Dei. Era la primera vez que escuché algo del espíritu de la Obra. Pasados los años conocí a Emilio, que ya era supernumerario. Los dos teníamos una hija y solíamos llevarles al colegio después de comer. Eran largos paseos de ida y vuelta que aprovechaba para explicarme la espiritualidad que él vivía y que con el paso del tiempo me fue atrayendo. Tuvo mucha paciencia conmigo y en el año 1963 me incorporé al Opus Dei”.

Cuando se le pregunta cuál ha sido la influencia del Opus Dei en su vida, enseguida habla de su trabajo: “cuando yo entré en el banco quería ser algo y tenía dos metas: ser un buen profesional y atender bien a los clientes. Yo siempre he visto a los clientes como personas que son como tú, que tienen el mismo origen y el mismo fin. No quería la profesión para mí, sino que el desarrollo de mi trabajo trascendiera a esas personas con las que me iba a encontrar todos los días. Cuando conocí el Opus Dei, descubrí que el trabajo no sólo no era un obstáculo, sino que se convertía en mi medio de santificación. Procuraba adelantarme a las necesidades de los clientes y les aconsejaba lo mejor que podía. Se generaba una relación de confianza. Cándido ¿qué harías tú en esta situación?, me preguntaban con frecuencia en mi despacho: había menos cultura que ahora y el trato personal era clave”.

Dice que en su vida familiar no ha tenido grandes problemas: “en alguna ocasión me di cuenta de que metía muchas horas en el trabajo y que tenía que cortar para dedicarlo a la familia. Esto parece un problema actual, pero viene de lejos. Yo siempre lo he tenido claro: sabía que la familia era lo primero y peleaba lo mío para que no me comiera el trabajo”.

La jubilación no le produjo mucho trauma, porque quiso seguir activo. “Yo he sido muy amigo de mis clientes y al jubilarme me venían muchos para que les administrara sus bienes”.

A los que se jubilan lo primero que les aconseja es que se organicen su vida. “La jubilación no es la anulación de toda actividad sino un cambio de actividad. Es un poco como las vacaciones; como estoy jubilado no hago nada... pues no. Porque la vida hay que vivirla siempre. Si yo digo que en vez de dormir seis horas voy a dormir doce, pues ya empezamos mal”.

Cuando se le pregunta por su mejor iniciativa siempre contesta que la del Banco de la Mujer. La puso en marcha el año 1974. "En aquellas fechas la situación de la mujer no era como hoy en día y nos dimos cuenta de que teníamos que asesorar a las mujeres para administrar mejor sus bienes, utilizar los poderes al hacer testamento, gestionar sus pensiones, etc.”. Fue su mayor éxito.

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