Muy apreciadas deben ser las vocaciones sacerdotales a los ojos del Señor y de la Virgen, cuando vemos cómo se esfuerzan en cuidarlas
Desde la República de Kazajistán nos llega el emocionante relato de la vocación sacerdotal de Vadim Bielakapitof, así como de la generosa entrega del P. Lorenz Gabold, quien mucho tuvo que ver en la decisión del nuevo sacerdote.
Vadim Bielakapitof nació hace 30 años en un pequeño y recóndito pueblo del norte de Kazajistán. Su padre falleció cuando tenía 4 años. Junto con su madre y su hermanito, siguieron la vida normal hasta que, pasados ocho años, la madre vio un anuncio en un periódico: “Se reparten Biblias”. Dicho y hecho, la madre escribió a Moscú, desde donde una organización prometía el envío gratuito a quien lo pidiera.
Después de un tiempo de espera y cierta desesperación… ¡llegó al hogar la Palabra de Dios! Pero de nuevo una nueva dificultad: la Biblia estaba en alemán, idioma que ninguno de ellos sabía, pues en casa eran todos rusos. Supieron que en el koljós (granja colectiva) vecino había un sacerdote anciano que enseñaba alemán. Era el P. Lorenz Gabold, que tras jubilarse en Berlín quiso venir a ayudar a sus compatriotas expatriados por Stalin. Allí fue Vadim, caminando cada vez los 5 km. de distancia entre los dos pueblos, a aprender alemán para entender la Biblia y leerla a su familia; pero con el tiempo, el chaval pasó de la letra al espíritu, y pidió el bautismo, llegando a ser miembro del coro y ayudante del sacerdote.
Cierto día, llegó la víspera de Navidad. Vadim, ya de 14 años, se puso la cazadora roja que le había regalado el sacerdote y se dirigió por la mañana desde su casa al pueblo donde el P. Lorenz iba a celebrar la fiesta. Para ello tenía que andar 10 km. por la estepa hasta llegar a la “parada” donde pasaría el único autobús diario. El día empezó con frío: -35º, pero la ilusión estaba muy alta. El joven llegó con tiempo para los preparativos. Misa de medianoche, un cabeceo en los locales parroquiales… misa de la mañana y del mediodía, comida… y de vuelta a casa para no perder el autobús. Llegó a tiempo. Pero al poco rato de haber bajado del colectivo para seguir a pie los 10 km., empezó una fuerte tormenta de nieve (“burán” la llaman aquí). Vadim poco a poco notaba el frío congelante, la falta de fuerzas y la acumulación de nieve… Empezó a darse cuenta de lo difícil de su situación, pensó en la muerte, en su padre…
Pero en el fondo de su corazón aún quedaba el recuerdo de la noche de Navidad, y empezó a rezar… a rezar a la Madre del Niño que fue a adorar, a la Señora de las Nieves, «¡ruega por nosotros…!».
En ese instante, aparece… ¿sorprendentemente? un viejo vehículo soviético con soldados. En el interior, los militares intentan quitarse el frío mientras el chofer escasamente ve algo a través del cristal. De repente, alguien grita: «¡Hay alguien junto a la pista, en la nieve! ¡Os lo aseguro!». La mayoría pensaban que era una imaginación, pero algunos insistieron en que alguien bajara a comprobar. Accedieron, y lograron ver una especie de bolsa de color rojo que se movía entre la nieve, apenas visible con los faros del viejo vehículo militar. Al joven medio helado lo reanimaron como pudieron, incluyendo un poquito de vodka: «¿Qué haces por aquí, pobre loco?» —pregunta el oficial. Vadim, mirando con estupor a quienes le rodean, logró responder antes de perder el conocimiento: «¡Hoy es Navidad! ¡Que Dios os bendiga! ¡Feliz Navidad!».
Dos años más tarde, Vadim llamó a las puertas del preseminario en Karaganda, y a los dos años se trasladó al seminario de San Petersburgo, desde donde ha regresado, tras concluir sus estudios, a su diócesis de Astaná. El próximo 20 de marzo de 2010, Dios mediante, será ordenado de diácono junto con otro candidato que realizó todos sus estudios en el seminario de Karaganda, y poco más tarde llegará al sacerdocio. Para ese día tan señalado le está esperando un cáliz especial: el que le regaló el P. Lorenz antes de morir, hace 8 años, para cuando llegara a ser sacerdote.
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Queridos amigos, muy apreciadas deben ser las vocaciones sacerdotales a los ojos del Señor y de la Virgen, cuando vemos cómo se esfuerzan en cuidarlas. Y en muchos casos, como en este, detrás de una vocación está la generosidad de otro sacerdote que ha sabido sacrificarse por los demás hasta el final, heroicamente, con una fe ciega en el Señor y una confianza total… ¡y feliz! en que Él está empeñado en salvar a su pueblo con la ayuda de nuevas vocaciones que surgirán entre los jóvenes de cada generación.
Vadim, desde ese día tiene un especial amor a la Virgen, a quien le agradece el don de su vocación.
El martes 31 de mayo de 2011 recibió la ordenación sacerdotal en la Catedral de Astaná.
Almudí
Almudí
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