miércoles, 22 de junio de 2011

MÁRTIRES DE LA FE

   La Revolución Francesa, frente a lo que muchos imaginan, fue una revolución terriblemente persecutoria para la Iglesia  y estuvo animada por un espíritu fanático e intolerante. Por ejemplo, la comisión militar de Angers condenó a varias mujeres a morir fusiladas por el delito de "fanatismo", que equivalía practicar el culto católico. Según Voltaire, los fanáticos no merecían la tolerancia (Traité sur la tolérance).

   Entre los ajusticiados por orden de un tribunal revolucionario en Cambrai (1794) figuran: Angelique Dupuis, acusada de haber confeccionado hostias para la Misa; el marqués de Lavestine y su esposa, por esconder a sacerdotes "refractarios"; Agustín Boulanger, por tener dos hermanos canónigos; Eustaquio Carlier, agricultor, por haber dicho "que los curas juramentados de la Asamblea Nacional eran unos miserables".

   Falta, a veces, hasta la más elemental compasión. A la madre de un sacerdote de Puy, el abate Beauzac, se la acusa de ocultar a su hijo. Muere en la guillotina, no sin antes exclamar ante sus jueces:
-Una perra puede amamantar a sus cachorros, y una madre no puede tener a su hijo en casa. Sois más feroces que los tigres".

Cfr. J. de Viguerie, Cristianismo y revolución

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