miércoles, 2 de febrero de 2011

LE HABÍAN LLAMADO DE TODO

   Dead man walking, en castellano, "Pena de muerte", es una excelente película que plantea la lucha de un hombre por evitar la muerte a la que ha sido condenado y su aceptación final. Mathew Poncelet -encarnado por el actor Sean Penn, premio Oso de Plata en el festival de Berlín de 1996- ha sido condenado a la pena capital por doble asesinato y violación. 

   Poco antes de que se cumpla la sentencia, acude a una religiosa, la hermana Helen -Susan Sarandon, Óscar a la mejor actriz en 1996- para que le ayude a conseguir una conmutación de la pena capital por cadena perpetua. La religiosa batalla cuanto puede por salvarle de la inyección letal, pero no logra impedir la ejecución; en cambio, sí obtiene de Mathew el arrepentimiento y el acercamiento a Dios. Uno de los momentos más impresionantes de la película es cuando la monja le recuerda que es hijo de Dios. Se ve cómo el rostro de Mathew se ilumina. Comenta con emoción:
   -Es la primera vez en mi vida que me llaman hijo de Dios. Hasta ahora me habían llamado hijo de muchas cosas..., pero ¡hijo de Dios!
   La filiación divina es la esencia profunda de la persona humana. Quien no sabe que es hijo de Dios no se conoce. Esta verdad sólo puede conocerse acercándose a Jesucristo, como Juan Pablo II y  San Josemaria (entre otros santos) explicaron tantas veces.

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