viernes, 11 de mayo de 2018

La lucha por la vida de una enfermera en el Congo

“Ser enfermera es de lo mejor que le puede
 pasar a una persona en la vida”, asegura Candela.
La enfermera viguesa Candelas Varela Vázquez vive y trabaja desde hace veinte años en la República Democrática del Congo, un país al que el Papa Francisco ha señalado como muy peligroso para los católicos, donde la violencia de la dictadura se confabula con el hambre, la miseria, y una malaria que se ceba con los más débiles. “Estamos en la Plaza Mayor de Lima, un lugar chiquito en una ciudad relativamente chica del mundo. 

Pero el mundo es mucho más grande, y está lleno de ciudades y de pueblos, y está lleno de problemas, y está lleno de guerras. Y hoy, me llegan noticias muy preocupantes desde la República Democrática del Congo”. Con estas palabras, pronunciadas durante su pasada visita a Perú, el Papa Francisco volvía a sorprender a propios extraños poniendo el foco de su atención, desde el otro extremo planeta, en un país de África especialmente castigado desde su nacimiento por todo tipo de calamidades, la República Democrática del Congo.
  Allí, tras largos años de guerra civil, la dictadura se ha tropezado con una oposición que, sometidos su antaño enemigos bélicos, le ha resultado de lo más inesperada: la Iglesia Católica. En las cada vez más numerosas movilizaciones de protesta contra el presidente Kabila participan en primera línea sacerdotes que exigen al dictador la convocatoria de elecciones y el consecuente cumplimiento de su promesa de hace dos años. ¿Conclusión? 

Ser católico se ha convertido en todo un riesgo, aunque Candelas Varela no cree, de momento y salvo imprudencia, correr ningún peligro grave: “Hay momentos de tensión, de inseguridad, de balas y de gases lacrimógenos -dice-, pero yo procuro no acercarme a los tumultos porque, como blanca, llamaría mucho la atención y podrían expulsarme del país”. Sin embargo, ratifica que “es verdad que muchos sacerdotes católicos han sido detenidos y maltratados, y varias iglesias incendiadas... 

Durante una manifestación, a un amigo mío, al sacerdote y a otros chicos de la parroquia, los detuvieron y, después de haberles dado una buena paliza, los pasaron en la televisión diciendo que eran una pandilla de ladrones que habían entrado a robar utilizando como arma el rosario… El Gobierno manipula mucho la información”.

Candelas Varela Vázquez partió de Vigo a la RD del Congo hace poco más de veinte años. Actualmente, dirige el equipo de enfermeras del Centre Hospitalier Monkole, en Kinshasa, donde tiene bajo su supervisión a 100 enfermeras que se ocupan de 5 centros de salud y un hospital de 110 camas. 
Agradecida porque el Santo Padre hubiese puesto su ojos en el que ya considera su otro país, la sanitaria viguesa matiza el papel de la Iglesia en las manifestaciones contra el régimen: “Para que se entienda bien, las manifestaciones de las que se habla consisten en que, cuando termina la Misa de 7 de la mañana, en todas las parroquias del Congo, el cura vestido con los ornamentos sale encabezando la marcha con los monaguillos llevando la cruz, seguidos por los laicos, rosario en mano, rezando. Si los policías dan órdenes de no avanzar, entonces todo el mundo se pone de rodillas y sigue rezando. 
En ese momento, como nadie se mueve, echan gas lacrimógeno y cuando siguen sin moverse la policía empieza a dispersarlos”. “Soy consciente -continúa- de que a mucha gente le sorprende que la Iglesia se meta en política, pero en este caso, no se trata de “política” si no de justicia social, de dignidad, de respeto de los derechos fundamentales y, en mi opinión, si en este país esto no lo hace la iglesia católica, nadie más puede hacerlo”.
La República Democrática del Congo es un país que no acaba de ver la salida del túnel en el que se adentró desde antes de su propia indepedendencia y del que no ha sabido sacarlo Joseph Kabila, elegido en 2001 y que, desde 2011, tras aplastar a la oposición, ejerce su segundo mandato con su omnipotente mano de piedra.
No es, no obstante, de política, de lo que más le gusta hablar a Candelas Varela. Prefiere hacerlo de su trabajo y de las urgentes necesidades sanitarias en aquel confín del continente negro: “La sanidad pública -afirma- apenas ha mejorado desde que yo llegué aquí aunque, a nivel privado, sí que está surgiendo una medicina de mejor calidad, pero muy cara para el congoleño medio.
En nuestro hospital, damos agua potable gratis a toda la población del barrio desde hace 25 años.En nuestro hospital, damos agua potable gratis a toda la población del barrio desde hace 25 años.

En Monkole, nuestro hospital, que es privado pero con un convenio con la sanidad pública, intentamos conciliar las dos cosas, la medicina de calidad y el acceso económico. Pero los hospitales del Estado siguen sin agua, sin medicinas, sin un mínimo de higiene. Y además, como no hay seguridad social, todo el mundo tiene que pagar lo que se le hace y al que no tiene, no se le hace nada. ¡Y aquí son son muchos, la mayoría, los que no tienen nada!”.
Forfait mama
En Monkole se han puesto en marcha programas sociales como el “forfait mama” en el que la mujer paga 45 euros por las consultas prenatales, el parto o la cesárea y la hospitalización, y “nosotros buscamos el resto que habría que pagar a nuestro hospital. También operamos a niños que han sufrido problemas de raquitismo… pero la situación sigue siendo muy crítica porque hay difícil acceso al agua y eso dificulta la vida diaria y es
fuente de enfermedades infecciosas a las que los niños son más vulnerables. 
En nuestro hospital, damos agua potable gratis a toda la población del barrio desde hace 25 años. Distribuimos gracias a una financiación española quince mil litros de agua por semana; lo que no hace el gobierno lo van supliendo las oenegés y las personas de buena voluntad…”.
La enfermedad que mayormente se ha cebado con los congoleños es la malaria: “Sí -confirma la enfermera gallega-. La malaria es la causante de la mayoría de las muertes en el hospital, sobre todo en niños, ya que provoca fuertes anemias y otros problemas graves en el hígado, en los riñones, en el cerebro... 
El tratamiento no es costoso y hay organismos internacionales que lo dan gratis, pero en muchos casos, por un problema de vías de comunicación, es difícil hacerlo llegar a la población más pobre de las regiones más alejadas de la capital. Y otros, por ignorancia, tardan mucho en tomarlo o en ir a la consulta, y cuando llegan aquí ya es demasiado tarde; el parásito ya ha hecho demasiados estragos y no tienen dinero para pagar todos esos cuidados médicos, por lo que mueren rápidamente”.

Tras veinte años de residencia en la Republica Democrática del Congo, Candelas Varela Vázque confiesa que tanto sufrimiento, tanto ver a la muerte cara a cara, tal vez la haya cambiado,pero ella se resiste a la resignación: “Aquí, de algún modo tienes que volverte un poco insensible, al menos de puertas a los demás, y más te vale hacerlo porque, si no, te pasarías todos los días llorando... y eso no vale para nada. ¡He visto morir a tanta gente!: recién nacidos, niños, adultos... 
En el hospital nos traen al menos cinco personas diarias que ya están muertas para que las reanimemos... Es muy duro, durísimo, pero al mismo tiempo hay que seguir luchando por los que aún están vivos y yo, si tengo algo claro es que, aunquecomo te dije antes tenga que hacerme la dura, lo cierto es que tampoco quiero llegar al extremo de resignarme a que necesariamente esto tenga que seguir así. En este sentido, espero no acostumbrarme nunca”.
*****
“Hay tanto por hacer que aún tengo la impresión de que acabo de llegar”
El pasado mes de marzo, Candelas Varela tuvo la oportunidad de disfrutar de unos días de vacaciones en España. Está, así pues, casi recién reincoporada a la que ha sido su vida cotidiana desde hace dos décadas.
Pudiera pensarse que igual se le pasó por la cabeza la posibilidad de no regresar más al Congo, de trabajar en Galicia, pero no es el caso: “Me he adaptado tanto a vivir en este país que creo que ya no podría a vivir en ningún otro. Durante estos últimos días que pasé en España, comprobé que yo ahora concibo la vida a otro ritmo que ya no tiene que ver con el de la vida cotidiana en un país occidental, donde todo me parece que va deprisa, muy deprisa... para mí, demasiado deprisa. Tanto, que me resulta agobiante”. 
Para hacer comprender lo que dice, Candelas nos pone un ejemplo: “A mí, para pedir un café en España, me parece que hay que hacerlo tan rápido y responder a tantas preguntas... que si con leche fría caliente o templada, que si la leche con o sin lactosa, que si largo o corto de café... Van a pensar que soy medio tonta, pero me pierdo, son demasiados estímulos a los que ya no estoy acostumbrada”.
Y es que, para Candelas, “está claro que vivir en el Congo es difícil. Cosas como salir a dar una vuelta, tomar algo con los amigos, ir al cine o asistir a una función de teatro es impensable, pero yo he encontrado otras ventajas, como el sol y la alegría, la amabilidad de su gente, su amor a la familia, a la vida, a Dios. Y todo eso te llena el día a día junto a tu trabajo porque, para mí, ser enfermera es de lo mejor que le puede pasar a una persona en la vida...
Además, ahora cada vez más gente quiere venir a echar una mano. Cada año, nosotros recibimos un buen grupo de médicos, enfermeras y otros profesionales que, tras pasar quince días o un mes aquí, confiesan que vuelven cambiados, impactados, porque no se imaginaban lo que iban a vivir. Así que, si ahora lo que atrae es África ¿cómo me voy a ir? ¡Me quedo, pues claro que me quedo! A pesar de los años transcurridos, a mí me parece que casi acabo de llegar y es que, por encima de todo, todavía me siento muy útil aquí”.
opusdei.esJuan Ramón Domínguez Palacios / http://anecdotasypoesias.blogspot.com.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario