Una mañana iba yo por la pedregosa carretera cuando, espada en mano, llegó el rey en su carroza.
-¡Me vendo! -grité.
El rey me cogió de la mano y me dijo:
-Soy poderoso, puedo comprarte.
-¡Me vendo! -grité.
El rey me cogió de la mano y me dijo:
-Soy poderoso, puedo comprarte.
Pero nada le valió su poderío y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento, y me dijo:
-Soy rico, puedo comprarte.
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
-Te compro con mi sonrisa.
Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
-Puedo comprarte con nada.
Desde que hice este trato jugando, soy libre.
Rabindranath Tagore, Ofrenda lírica
-Puedo comprarte con nada.
Desde que hice este trato jugando, soy libre.
Rabindranath Tagore, Ofrenda lírica
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