Se hablaba un poco de todo, y, también, de cuestiones religiosas. Dos jóvenes universitarios y un hombre mayor, poco cultivado, sencillo. Los tres estaban de acuerdo en la importancia de la Virgen María en la propia vida. De repente el anciano se "descolgó" con una salida desconcertante para los muchachos:
-¡A que no sabéis cómo son los ojos de la Virgen! Yo si lo sé.
-¡A que no sabéis cómo son los ojos de la Virgen! Yo si lo sé.
Los otros callados, casi con temor de que dijera alguna tontería, de que saliera por algún registro absurdo.
-¿Es posible que no lo sepáis, estudiantes? Venga, vamos a rezar una Salve.
Continuó el desconcierto, pero no se atrevieron a llevarle la contraria y optaron por recitar la oración en compañía de su interlocutor. Y al llegar a "vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos", el anciano hizo un gesto para que se detuvieran:
-¡Alto ahí! ¿Os dais cuenta? Los ojos de la Virgen son ojos "misericordiosos"...
J. EUGUI
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