miércoles, 29 de febrero de 2012

Dispuesto a lo que fuera



   Albino Luciani, el futuro Papa Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, siempre tuvo una salud muy delicada. Juan XXIII pidió al Obispo de Padua, Mons. Bortignon, el nombre de un sacerdote idóneo para ponerlo al frente de la diócesis de Vittoro Veneto. La respuesta fue que en Belluno había un sacerdote joven, un tal Luciani, que parecía que de un momento a otro se iba a partir en dos...

   Sería débil de cuerpo, pero no de espíritu. Cuando en el pueblo de Canale d'Agordo, en el año 1945, los partisanos habían preparado horcas para ajusticiar a los fascistas del pueblo, el sacerdote, D. Albino, logró que las horcas desaparecieran de un día para otro, y al menos una docena de personas le debían la vida. Parece ser que amenazó con ser el primero en subir a la horca si las ejecuciones no se suspendían en el acto.

Cfr. N. Valentini y M. Bacchiani, El Papa de la sonrisa

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