Jeremy se ha convertido en una referencia para los asiáticos americanos, en una esperanza para los cristianos chinos, tan perseguidos, y en un ejemplo de multiculturalismo del bueno, del que suma y no excluye
Me tiene muy sorprendido el fenómeno Jeremy Lin, el jugador de los New York Nicks y revelación de la NBA este año. No tanto por él mismo como por el fenómeno que ha generado en Estados Unidos, la Linsanity (insanity, locura en inglés). Realmente reúne muchos requisitos para convertirse en el ídolo nacional que el deporte de aquel país estaba necesitando desde la caída en desgracia de Tiger Woods.
Lin es hijo de padres chinos y uno de los poquísimos jugadores asiáticos que ha tenido la NBA en su historia: cuatro, si no estoy mal informado. Además, cuenta con un relato de superación muy del gusto de los aficionados a las películas del sueño americano: el de un hombre despedido por varios equipos que apenas le dieron minutos de juego para demostrar su valía. Solo gracias a la lesión de la estrella de los Knicks pudo emerger repentinamente y conseguir records de puntos y rebotes en cinco partidos sucesivos y convertirse de la nada en un ídolo nacional.
Pero encima Jeremy Lin es un cristiano fervoroso, que habla con naturalidad de sus luchas por ganar y ser humilde, por triunfar pero solo para la gloria de Dios. Hasta el punto de que uno de los columnistas fijos del New York Times dedicó ayer su espacio a explicarle que, en realidad, eso no es posible.
En fin. Lin se ha convertido en una referencia para los asiáticos americanos, en una esperanza para los cristianos chinos, tan perseguidos, y en un ejemplo de multiculturalismo del bueno, del que suma y no excluye.
Paco Sánchez
Vagon-Bar / Almudí
Vagon-Bar / Almudí
No hay comentarios:
Publicar un comentario