domingo, 24 de octubre de 2010

ARTISTA INCANSABLE

 El Museo del Prado acoge la primera exposición monográfica en España dedicada al pintor Auguste Renoir.    

   Pierre Auguste Renoir nació en Limoges en 1841 en el seno de una familia humilde –era hijo de un sastre– que se trasladó a París cuando él era un niño. Allí comenzó su carrera como aprendiz de pintor de porcelana y más tarde recibió lecciones de dibujo hasta que en 1861 entró en el estudio de Claude Gleyre, donde conoció a Monet y a Sisley y fue progresando hasta que en 1867 el jurado del Salón rechazó su Diana cazadora, un desnudo monumental influido por Courbet.

    En 1870 Renoir participó en la guerra franco-prusiana, tras la cual se incorporó de nuevo a la vanguardia pictórica que hacía bandera del desencanto academicista imperante. En 1873 expuso dos pinturas en el Salón de los Rechazados y, al año siguiente, él y otros compañeros presentaron el grupo de artistas independientes que se conoció como los impresionistas. Aunque siguió vinculado a este colectivo, Renoir tuvo siempre un recorrido independiente y adquirió gran notoriedad por sus retratos femeninos, si bien también pintó bodegones y paisajes.

    La carrera del pintor discurrió a lo largo de 40 años y, aunque empezó con éxito limitado, a partir de los setenta se atrajo el interés de una clientela adinerada a través del marchante P. Durand-Ruel. En 1881 comenzó un largo viaje por Argelia e Italia que le permitió estudiar a fondo la pintura renacentista, y de modo particular las obras de Rafael, quien le dejó una huella indeleble. A partir de entonces comenzó a exponer en solitario.

    En 1888 se le diagnostica una artritis reumatoide que afectaría a su trabajo, pero aún mantuvo una prolífica actividad pictórica y su paleta se hizo aún más atrevida. A final de siglo comenzaron ya los reconocimientos y fue nombrado Chevalier de la legión de honor francesa.

    Fue un artista incansable, incluso en su vejez. En 1912 estaba casi incapacitado y, pese a circular en silla de ruedas y tener los dedos tan torcidos que para sujetar un pincel había que atárselos a una tela, continuó pintando hasta el día de su muerte, acaecida a la caída del otoño de 1919.

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