Decía en cierta ocasión el músico Haydn (1732-1809), a propósito de su obra: «Cuando pienso en Dios, mis notas surgen copiosas como el agua de una fuente; si Dios ha querido darme un corazón alegre, me perdonará que le sirva alegremente Al contrario, es así como Dios desea que se le sirva.
También se cuenta -en esta misma línea- que hubo quien le criticó porque las misas que componía eran demasiado alegres. Haydn se limitó a contestar: «No puedo evitar que al pensar en Dios mi corazón salte de alegría».
JULIO EUGUI
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