San Fernando III el Santo (1199-1252), según el relato de Juan de Mariana en su Historia General de España, tuvo una muerte bien ejemplar. Le administró la comunión el Arzobispo de Sevilla. "Al entrar el Sacramento por la sala se dejó caer en la cama, y puestos los hinojos (las rodillas) en tierra, con un dogal al cuello y la cruz delante, como reo pecador pidió perdón de sus pecados con palabras de gran humildad; ya que quería rendir el alma, demandó perdón a cuantos allí estaban: espectáculo para quebrar los corazones, y con que todos se resolvieron en lágrimas.
Tomó la candela con ambas manos y puestos los ojos en el cielo dijo: "El reino, Señor, que me diste, te lo devuelvo; desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo me ofrezco a la tierra; recibe, Señor mío, mi alma; y por los méritos de tu santísima pasión ten por bien de la colocar entre tus siervos. Dicho esto, mandó a la clerecía cantasen las letanías y el Te Deum, y rindió el espíritu bienaventurado".
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