Mucho se ha bromeado con las dificultades de la vida conyugal, como si casarse y comenzar una vida de peleas fuera todo uno, lo cual no hace justicia a la realidad.
Durante la primera guerra mundial, los ingleses, que no habían conocido el servicio militar obligatorio, no tuvieron más remedio que adoptarlo, pero el gobierno creyó oportuno comenzar esa mal vista aventura llamando sólo a los solteros. Por aquel entonces una caricatura presentaba a dos soldados ingleses en las trincheras de Flandes:
-Y tú, ¿por qué viniste? ¿Voluntario?
-No. Había que escoger. O casarme o venir a la guerra. Y yo soy hombre pacífico...
Sonriamos con la caricatura y sigamos explicando la maravilla del amor humano y del sacramento del matrimonio. Ahora, como en todas las épocas, compete -de modo especial- a las familias cristianas explicar, con su ejemplo y su palabra, el valor extraordinario de la familia.