Ha habido bajas considerables y no pocos heridos. De pronto, un soldado se da cuenta de algo terrible: su amigo no ha vuelto, se ha quedado en las alambradas. Se dirige con premura al jefe de la sección. Esos minutos son vitales.
—Mi teniente, mi amigo no ha regresado. Sé dónde nos vimos
por última vez y lo perdí de vista más allá de aquella alambrada. Solicito
permiso para ir a buscarlo. Todavía hay claridad suficiente. La noche se echa
encima y entonces no podremos hacer nada.