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lunes, 10 de agosto de 2015

Alex en el box de urgencias

Alex estaba en un box de urgencias. Un muchacho normal de unos dieciséis años. Una grave infección en la piel le había obligado a ingresar en el hospital. Pasó allí un día, y poco a poco hizo amistad con los profesionales de la clínica.

En una de las visitas, después de preguntarle si estaba bien, Lucía, una enfermera experta, con muchos años de trabajo a sus espaldas, le preguntó a bocajarro: –¿Eres creyente? Probablemente había reparado en el crucifijo que había en la mesita, o bien se habría dado cuenta de que esa tarde había rezado el rosario.

—Claro –respondió Alejandro.
—Yo antes creía más. A tu edad iba a la iglesia de vez en cuando y a veces rezaba. Pero… hubo una cosa que vi que me hizo perder la fe: entrar en el Vaticano.
—¿El Vaticano? –la respuesta había dejado algo perplejo al chico.
—Sí. En Roma me pareció que la Iglesia está forrada, y lo que peor me sentó es que en la audiencia con el Papa había una puerta para nosotros, «la gente», y otra por la que pasaban los grandes y los privilegiados, que por su puesto estaban más cerca del Papa. Eso no pudo sentarme peor. Mi visita a Roma me hizo perder la fe…