Uno de los ejemplos más formidables que se pueden poner de tesón lo ofrece, con su conducta, la célebre Helen Keller (1880-1968), una mujer que, enseguida de nacer, a causa de una enfermedad, queda ciega y sordomuda de por vida. Ayudada por una gran maestra, la también famosa Anne Sullivan, consigue aprender a leer y escribir por el método Braille.
Pero con su voluntad férrea, la meta que se traza es lograr hablar. A base de años de esfuerzos agotadores llega a hacerse entender.
Luego su deseo es ingresar en la Universidad de Radcliffe. En los exámenes preliminares aprueba todas todas las asignaturas y saca sobresalientes en inglés y alemán. A pesar de la oposición que encuentra por parte de algún directivo, alcanza su meta y se gradúa a los veinticuatro años cum laude. Durante cuatro años ha trabajado de tal modo que sus dedos sangran a fuerza de descifrar escritos en el alfabeto Braille.
Es una persona culta: sabe alemán, francés, latín, griego, las matemáticas superiores, conoce a los escritores clásicos y modernos, está al corriente de las tendencias políticas y sociales del momento. ¿Algo más? Sabe montar a caballo, nadar, jugar al ajedrez y a las damas.
Cfr. VV.AA., Forjadores del mundo contemporáneo