jueves, 23 de septiembre de 2021

«Me encontré inmóvil ante el sagrario, sin saber muy bien qué hacer»

 Aurora estudia violín. Vivía una vida “correcta”, sin percibir el sentido de las cosas buenas que hacía. Nada quedó igual después del primer diálogo, inesperado, cara a cara, con Dios, y después de una buena confesión.

lunes, 20 de septiembre de 2021

El secreto de un albañil

 ¿Cómo ser feliz? Google da 501,000,000 resultados en 0.84 segundos. La respuesta se busca por todos lados. Juan lleva cincuenta años trabajando como empleado de construcción, y vive en la ciudad de Guadalajara, México. Él afirma haber encontrado su respuesta. Este es su secreto.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Bajo el barro te encontré

 “No tenía ningún cliente, pasaba por el lado de la estampa, le ponía la mano y le decía “ayúdame” y me llegaban tres, cuatro o cinco cambios de aceite. Cada vez que no tenía pega acudía a él y me llegaba trabajo. Así se fue formando nuestra amistad.twitter

Opus Dei - Bajo el barro te encontréManuel Peña Farías encontró una estampa de san Josemaría en el suelo, empapada y sucia. Fue el inicio de una historia y una amistad.

“Hace unos años, trabajaba en otra estación de servicio en la que estuve mucho tiempo. Un día de invierno en que llovía, después de atender a un cliente, me fui a refugiar bajo techo y en el trayecto vi un papel amarillo que recogí para echarlo al basurero. Era una cartulina amarilla con una fotografía que al principio no distinguí bien y bajo ella, unas palabras escritas; mientras la secaba frotándola por ambos lados contra mi ropa, la miré para ver de qué se trataba y me sorprendí al ver que la cara impresa en ella era la de un sacerdote. Mientras terminé de limpiar la estampa me di cuenta de que él estaba relacionado con el trabajo, y me remeció. Leí la oración y al leerla ya fue parte de mi vida.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Cristina murió con 26 años para salvar a su tercer hijo: «No hay sufrimiento que no merezca la pena»


Cristina, con su hijo mayor Francesco

“Me opuse con todas mis fuerzas a renunciar a ti, tanto que el médico entendió todo y no añadió nada más. Riccardo, eres un regalo para nosotros. Fue esa noche, en el coche de vuelta del hospital, cuando te moviste por primera vez. Parecía como si estuvieras diciendo "¡gracias mamá por quererme!". ¿Y cómo no te íbamos a querer? Eres precioso, y cuando te miro y te veo tan bello, animado, simpático, pienso que no hay sufrimiento en el mundo que no merezca la pena soportar por un hijo”.

Esta es parte de la carta que la joven de 26 años María Cristina Mocellin escribía en septiembre de 1995, un mes antes de morir de cáncer, a su hijo Riccardo. Una enfermedad que renunció a tratarse durante el embarazo para no poner en peligro la vida del feto. Antepuso la de su pequeño antes que la suya a pesar de los riesgos que entrañaba. Murió amando, murió entregando su vida.