Cuenta un relato antiguo, del tiempo de Jesús, que un día cualquiera un pagano se presentó delante del rabí Samay, célebre jefe de escuela y reputado maestro de la Ley. Le retó: estaba dispuesto a convertirse a la religión judía si el experto «era capaz de exponerle el contenido de esta durante el período de tiempo que una persona puede mantenerse apoyada sobre un solo pie.
El rabí recorrió mentalmente los cinco libros de Moisés, tan abundantes en ideas, y todo lo que la interpretación judía había añadido después, entendiendo que se trataba de elementos igualmente vinculantes, necesarios e indispensables para la salvación». Samay tuvo que admitir su incapacidad de aglutinar en tan solo un par de frases breves todo el contenido de la religión de Israel.
