Dicen que la calle es la mejor universidad. Para Federico, ya jubilado, lo ha sido su peluquería. Señores que llegan, se sientan, y hablan mientras le arreglan el cabello. Era su trabajo, su manera de ganarse la vida. Pero también fue una cátedra privilegiada para conocer a las personas, meterse en su piel, escuchar, aprender y ayudar. Sin cortarse un pelo.
Me llamo Federico Barbero. Y soy peluquero, una profesión que me ha aportado muchas satisfacciones.
Estoy recién jubilado. Pero me pasé muchos días de mi vida alrededor de un sillón, entorno a una cabeza, y sin embargo, os presento la mejor universidad del mundo. En el trabajo directo con personas distintas nada puede ser monótono, y todo es una ocasión de aprender, y de ayudar.
