Recibí una llamada telefónica de un muy buen amigo. Me alegró mucho su llamada. Lo primero que me preguntó fue: ¿Cómo estás? Y sin saber por qué, le contesté: «Muy solo». «-¿Quieres que hablemos?», me dijo. Le respondí que sí y me dijo: «¿Quieres que vaya a tu casa?». Y respondí que sí. Colgó el teléfono y en menos de quince minutos él ya estaba llamando a mi puerta.
Yo hablé durante horas de todo, de mi trabajo, de mi familia, de mi novia, de mis deudas, y él, atento siempre, me escuchó. Se nos hizo de día, yo estaba totalmente cansado mentalmente, me había hecho mucho bien su compañía y sobre todo que me escuchara, que me apoyara y me hiciera ver mis errores.