Una vida puede cambiar radicalmente a través de un encuentro con el Señor. Ouizás en el último instante.
En la prisión de Tarnów, los prisioneros hacinados en las celdas esperaban sus traslados al campo de exterminio de Auschwitz. Un condenado a muerte había sido llevado a una de las celdas. Era un extremista de izquierdas del país y no creía en Dios. Paseaba por la celda de un lado a otro.
Sus compañeros le habían dado, para que lo leyese, un Evangelio. Comenzó a leer. Cuando, no mucho tiempo después, la Gestapo llegó para llevárselo al patíbulo, dijo a sus compañeros:
-Os agradezco que me hayáis ayudado a conocer a Dios Padre. Yo no tengo tiempo para llorar mis pecados con los que le he ofendido. Hacedllo vosotros por mí.
-Os agradezco que me hayáis ayudado a conocer a Dios Padre. Yo no tengo tiempo para llorar mis pecados con los que le he ofendido. Hacedllo vosotros por mí.
Cfr. J. Ablewicz. Seréis mis testigos
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