Intervención transcrita de Floribeth Mora:
Fue cuando uno de los médicos llegó y muy claro, tal vez en ese momento me pareció cruel, se puso a especificarme lo que tenía, me dibujó mi arteria en la cama, me hizo el dibujo de lo que yo tenía, y me dijo que iba a durar un mes. Me dijo, puedes durar una semana, cinco minutos, una hora... pero en un mes va a reventar su aneurisma y vas a morir.
Así fue como mi esposo habló con mis hijos. Les dijo, mami regresa a casa, pero no por mucho tiempo, su mamá va a morir.
Esos momentos son difíciles en la vida de uno. Yo le pedía a Dios, a Juan Pablo II, su intercesión desde el primer momento. Siempre he sido una mujer creyente. No es de ahora, es de siempre.
Le pedía a Juan Pablo que me ayudara, y siempre pedía su intercesión. Yo le decía: "Juan Pablo II, Juan Pablo II, tú que estás tan cerca de Dios, dile a Dios que yo no me quiero morir. Porque están mis hijos. Lo más importante para mí son mis hijos, mi familia, esa es mi prioridad.
Nunca me despertaba tan repentinamente y logré despertarme. Encendí con el control del televisor, encendí el televisor. Pude ver la beatificación, una parte de ella, pude ver al Papa Benedicto XVI, vi a la monja llevar la reliquia, y así como me desperté, así me quedé dormida igualmente.
Desperté a las 8 de la mañana y fue el momento más importante para mí, porque fue el momento en que escuché esa voz en mi dormitorio, que me decía "Levántate, incrédula”, y decía yo, Dios mío, yo estoy sola, y sin embargo escuché esa voz que me decía "Levántate”.
Era difícil para mí, yo estaba asustada porque dije yo estoy sola y sin embargo escuché esa voz. Y vuelvo a escuchar la voz que me dice, "Levántate, no tengas miedo”. Pero inmediatamente mis ojos se fijaron en un suplemento de periódico, sencillo para muchos, valioso para mí.
Estaba sobre el televisor de mi cuarto. Y vi cómo en esa foto en la portada está Juan Pablo II. Tiene las manitas levantadas y vi cómo sus manitas se sobresalieron del cuarto indicándome que me levantara. Así lo hice y yo sólo contesté "Sí, señor”.
Me quité la cobija y me levanté. Me fui a la cocina, donde estaba mi esposo. Y me dice mi esposo: "Mi amor, ¿qué estás haciendo aquí?”, y yo le dije, "Me siento bien”.
Pero fue algo increíble, ese bien era que ya no tenía agonía, no tenía miedo, pero tenía una paz... una paz que ustedes no se pueden imaginar, que me dio la certeza que yo estaba sana. Y así pasaron los días. Y desde ese día hasta hoy estoy en pie, para la honra y la gloria de Dios, y ustedes me pueden ver.
Yo siempre digo el que quiere creer que crea, y el que no quiere creer, que no crea, no puedo hacer más, las cosas están a la vista, el que quiere creer, puede creer, y el que no cree no cree, no va a creer aún viendo. Entonces esa es mi única respuesta, el que quiere creer que crea, y el que no quiere creer, que no crea.
Quiero que sepan que lo más importante en todo esto no es Floribeth, la que está sentada de frente a ustedes, es la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, ellos son los importantes.
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