Llevar el teatro a la cárcel y conseguir cambiar a las personas. Esa es la experiencia de la iniciativa Shakespeare for Social Justice que se ha experimentado en algunos lugares, entre ellos la famosa cárcel de San Quintín.
“Cuando aceptas actuar, aceptas ponerte otra máscara. Y te puedes poner esa máscara solo si te quitas las que llevas”. Lo dice Dameion Brown, antiguo condenado a cadena perpetua que fue puesto en libertad después de 23 años. Ahora ha encontrado su carrera como actor dramático y colabora en sesiones con estudiantes.
Lesley Currier, fundadora con su marido Robert del programa Shakespeare for Social Justice, sostiene que Shakespeare te pide grandes emociones y los temas que aborda tocan lo más profundo de las personas que están en prisión: padres que abandonan a hijos, depresión, ansiedad, venganza y la pregunta sobre si es posible obtener perdón por los propios crímenes.
Posiblemente no se trata de una iniciativa para todos ni los resultados están garantizados, pero otro de los reclusos, Ronin Holmes, no duda en subrayar: “he visto a gente cambiar, los he visto”. Una iniciativa similar la desarrolla desde hace más de 22 años Shakespeare behind bars.
Diego Contreras, en actadiurna.org.
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