En el abrazo con Fred Vergnoux está la clave del éxito. En esa alimentación mutua de querer siempre más. Si uno se esfuerza en intensificar y aplicar las técnicas necesarias para arañar una centésima en los entrenamientos, es porque ella se lo exige. En esa búsqueda de la perfección, Mireia Belmonte se acercó más que nunca ayer, con su oro en el 200 mariposa.
Manos y mirada al cielo porque por fin es campeona del mundo, después de haberlo sido de Europa, en piscina larga y corta, del mundo en piscina corta y olímpica. Es su hambre infinita de triunfos la que dirige sus brazadas. Es su incansable capacidad de trabajo lo que la impulsa. Por el momento, cumple uno de sus objetivos, conquistado ese oro mundial que se le resistía. Por el momento, porque a Belmonte nunca se le acaban los retos. Ni la pasión. Ni el compromiso con su deporte, con la historia de la natación, donde ya es referencia.
abc.es
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