Rita Megliorin
Enfermera Jefe, Policlínico Gemelli
“Atendí al Papa en sus últimos momentos porque era la enfermera jefe de la sala de reanimaciones y por ello era responsable de estos pacientes. Fue una encuentro absolutamente casual y al principio no me sentí preparada para este tipo de encargo”. “Con el paso del tiempo me di cuenta que había algo de extraordinario en nuestra relación, una relación plena que iba mucho más allá de él como hombre. Había en él algo que llegaba a la parte más trascendental del ser humano”.
La enfermera lo consideró un privilegio. Dice que el Papa nunca se quejó de nada, ni siquiera en los momentos de mayor sufrimiento.
Todas las mañanas entraba en su habitación. El Papa ya estaba despierto desde las 3 ó 4 de la mañana para rezar.
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