Decidí vender mi alma al diablo. El alma es lo más valioso que tiene el hombre, de modo que esperaba hacer un negocio colosal.
El
diablo que se presentó a la cita me decepcionó. Las pezuñas de
plástico, la cola arrancada y atada con una cuerda, el pellejo
descolorido y como roído por las polillas, los cuernos pequeñitos, poco
desarrollados.
¿Cuánto podía dar un desgraciado así por mi inapreciable alma?
-¿Seguro que es usted el diablo? –pregunté.
-Sí ¿por qué lo duda?
-Me esperaba al Príncipe de las Tinieblas y usted es, no sé, algo así como una chapuza.
-A tal alma, tal diablo –contestó-. Vayamos al negocio.
Mrozek, Slawomir: Juego de azar, “El socio”,
El diablo es el padre de la mentira y trata de engañar a los hombres prometiéndoles imposibles que no puede conseguir. Siempre repite los mismos engaños. San Josemaría nos lo explica: ¡Qué poco listo parece el diablo!, me comentabas. No entiendo su estupidez: siempre los mismos engaños, las mismas falsedades...
—Tienes toda la razón. Pero los hombres somos menos listos, y no aprendemos a escarmentar en cabeza ajena... Y satanás cuenta con todo eso, para tentarnos. (Surco n. 150)
—Tienes toda la razón. Pero los hombres somos menos listos, y no aprendemos a escarmentar en cabeza ajena... Y satanás cuenta con todo eso, para tentarnos. (Surco n. 150)
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