Fue un desengaño amoroso lo que hizo que creciera en su alma un héroe. Se había enamorado de la chica, desconocedor de que ella sufría el tormento interior de desconocer el paradero de su amado.
Cuando descubrió que ella tenía ya un amor, lejos de enojarse o considerar la situación como injusta, decidió noblemente ayudar a la muchacha a encontrar a su novio. Movido por tan noble comportamiento, Obelix se enroló, junto con su inseparable amigo Asterix, en las filas de la legión romana para buscar a Tragicomix, el novio de Falbalá.
El primer paso en su búsqueda fue preguntar en los archivos centrales. Después de infructuosas gestiones, consiguieron saber que estaba acampado con César en el norte de África luchando contra Escipión. Para llegar a esa certeza hubieron de preguntar en decenas de ventanillas de la administración romana, reproduciéndose siempre la misma escena: los galos decían que buscaban a Tragicomix, y el romano contestaba: «¿con T, como Timeo danaos et dona ferentes?».
La frase latina es clásica, entresacada de la Eneida de Virgilio y significa «temo a los griegos incluso cuando traen regalos». Después de nueve años de luchas en las playas de Troya, Calcas introduce a los líderes griegos en el caballo de Troya, que ofrecerán a la ciudad como regalo. Sin embargo, el sacerdote troyano Laocoonte desconfía del presente y advierte a los troyanos que no acepten el obsequio. Finalmente, los troyanos abrieron las puertas de sus magníficas e impenetrables murallas. Pensaban que, con ese obsequio, la guerra con los griegos había terminado. De hecho así fue: los selectos soldados salieron del caballo y arruinaron la ciudad.
Jesús, en el evangelio, nos recomienda que en la vida seamos vigilantes, que estemos siempre con las lámparas encendidas. Debemos pedir a Dios con humildad el regalo de estar siempre en gracia de Dios, y para ello será muy conveniente temer siempre al enemigo (el demonio) incluso cuando trae regalos.
No seas ingenuo como los troyanos que después de años de lucha se abandonaron por los dulces presentes de los griegos.
Da igual que hayas acabado de empezar en tu seguimiento de Cristo o lleves ochenta años sirviendo al Señor: tu vigilancia, tu espíritu pronto para la lucha debe ser como el de la primera vez, como el del primer amor. Renuévalo ahora con la ayuda del Espíritu Santo, que te escucha y está dispuesto a darte su gracia.
Fulgencio Espá
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