Con diez u once años Jorge, mi mejor amigo desde los cuatro años y que ya ha fallecido, me regaló un libro chiquitito que se llamaba Camino. Contenía puntos numerados para meditar. Lo guardé en el bolsillo del abrigo y noté, ya con esa edad, que era excelente abrirlo al azar, leer un punto o dos y darme cuenta de que ese punto me venía de maravilla. Lo malo es que al dejarlo en el abrigo, sólo lo leía en invierno.
Con Camino y el evangelio a partir de los trece empecé a hacer oración mental, dirigirme a Dios de tú a tú, cara a cara como Moisés. Mi única noticia del Opus Dei y de su fundador, San Josemaría Escrivá, era Camino. Camino siempre me golpeaba, como dice su autor quería que esas consideraciones me hiriesen en el alma, y vaya que sí lo conseguía.
Cuando conocí un poco más del Opus Dei, medio mundo me dijo que cuidado, que eran peligrosos, malas personas, cuidado con el lavado de cerebro (cerebro mejor lavado que lleno de mugre) y mi única defensa era no tengo ni idea de lo que me decís pero yo he leído Camino y es bueno, muy bueno.
Recuerdo amaneceres en el monte o atardeceres junto al mar, haciendo un rato de oración con Camino varios amigos. Incluso en los años 70 los profesores te ponían en un aprieto con aquello "del estado mayor de cristo y la clase de tropa". En fin, he leído muchos libros espirituales, pero Camino siempre ha ido en mis bolsillos.
Hablando con mis sobrinos mayores me dicen que hay muchos puntos que no entienden, yo tampoco los entendía, pero con el tiempo sí. Camino no explica; proclama, propone, interpela, se mete contigo, consuela, incendia. Ahora al levantarme miro un punto al azar y...sigue acertando. Con Camino millones de personas comenzaron a hacer oración personal. "Que tu vida no sea un vida estéril- sé útil, deja poso- ilumina, con la luminaria de tu Fe y de tu Amor".
Daniel Tirapu
religionconfidencial.com
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