Cuentan que lo que más desconcertaba a los pueblos que conquistó Gengis Khan era que no hacía aprecio de las riquezas. Mantenía una vida dura y austera en comparación con los reyes que doblegaba. No habitaba palacios ni vestía con lujos, sino que siguió por toda su vida viviendo en una tienda de fieltro.
Por más que intentaban sobornarlo con oro, sedas, plata o cualquier otra cosa, no lograban torcer su voluntad. No era casual, sino totalmente calculado. El caudillo mongol estaba convencido de que, si se daba a la buena vida, los lujos y placeres, rodeado de toda riqueza, perdería la agilidad de mente y la claridad de juicio para regir a su pueblo.
Él que era un hombre de fortaleza probada, y seguramente fuera del alcance de la mayoría de los mortales, sabía del peligro de confiarse a las riquezas y al placer. Tú y yo, que no seremos ni la mitad de fuertes que el Gran Khan, haríamos bien en tomar nota. No te digo que vivas en una tienda, pero sí que pongas los medios necesarios para que la codicia no nuble tu buen juicio.
Fulgencio Espá
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