sábado, 3 de diciembre de 2016

La travesía de Gelsomina III

El espectáculo que me ofrecía el universo era fantástico. Y más en aquellos tiempos, cuando el cosmos estaba en obras y las estrellas aún buscaban su acomodo en el lugar para el que estaban destinadas por el Creador.
¿Pensabais que Dios lo creó todo de golpe y lo dejó bien ordenado desde el primer momento? Pues no. Las galaxias eran un hervidero de estrellas de todos los tamaños y colores que iban y venían en un caos aparente. Por eso a nadie le extrañó verme cruzar de punta a cabo la vida láctea con mi estela de plata, escoltada por el Arcángel.

          Un lucero enorme de mediana edad, tocado con una gran llamarada escarlata como una               larga cabellera pelirroja, se me acercó por la espalda:
—Perdona que te moleste, pequeña, ¿podrías decirme quién te ha instalado en la popa  esa cola plateada y a dónde vas tan deprisa?
El Ángel ya me había advertido de que no debía hablar con desconocidos, pero aquel pedazo de estrellón parecía simpático y no charlar con desconocidos equivalía a quedarme muda, porque hasta ese momento todos me eran desconocidos. Así que le contesté educadamente:
—La cola es artesanal y única; la trabajó para mí el mejor arcángel orfebre. Y estoy en misión secreta enviada directamente por Yahvé.
—Secreta…, secreta… Ya será menos —respondió el otro—. Me apuesto dos planetas a que lo tuyo tiene que ver con esa Navidad de la que habla todo el mundo.
Era la primera vez que oía la palabra, "Navidad". Y me sentí ofendida. ¿Por qué soy siempre la última en enterarse de todo?
—A ver, ¿por qué? —le grité al Ángel.
El Ángel sonrió y dijo:
—No te enfades, Gelsomina, que con tus berrinches corres el riesgo de perderte uno de los momentos más grandes y bellos de la historia de la Creación.
Entonces levanté la cabeza y lo vi, y lo oí. Era la maravilla más extraordinaria que han contemplado mis ojos. No sé si seré capaz de describirla.
         Enrique Monasterio 
         https://pensarporlibre.blogspot.com.es/
 Continuará 

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