Rocío, Cristina, Inma, Patricia y Marta no se conocen. Viven en Valencia, Sevilla, Zaragoza, y Madrid. Unas estudian, otras trabajan; algunas se han casado, otras todavía no… Tienen sus apuros económicos a fin de mes, como cualquiera, y grandes sueños de futuro. Pero, sobre todo, les une una mirada agradecida al pasado. Hoy recuerdan su paso por un club juvenil y valoran lo aprendido como un gran tesoro para el presente. Los clubes juveniles son instituciones educativas de tiempo libre muy variadas, impulsadas por las familias y cuya orientación cristiana está encomendada al Opus Dei.
Rocío…
… es publicista, está casada y tiene un hijo. Ahora viene otro de
camino… Empezó a ir al club Diemal a los 9 años en su ciudad, Valencia.
En aquella época el equipo de baloncesto del club consiguió muchos
logros deportivos en campeonatos locales y nacionales. Subraya los
valores de esfuerzo, trabajo en equipo, compañerismo y fortaleza
aprendidos a través del deporte como algo que ha influido en su vida.
“Sin
darte mucha cuenta, pasándotelo muy bien, te vas construyendo un
archivador muy valioso que luego te servirá a lo largo de toda tu vida”.
Cristina...
… es de Zaragoza y estudia Derecho en Madrid. De pequeña iba con sus
amigas al club. Se lo pasaban en grande jugando, preparando obras de
teatros, musicales, dedicando tiempo a acompañar a personas mayores ...
Cuando piensa en su época de adolescente se acuerda de la paciencia que
tuvieron con ella y con sus amigas
."Aunque tuvieras una tarde
insoportable, ellas nunca cambiaban su actitud contigo. Si no hubiera
sido así, yo ahora sería distinta".
Inma…
… nació en Alcalá del Río (Sevilla) y está casada desde hace más de
veinte años con Salvador, carretillero en un almacén de fruta, con quien
tiene dos hijos adolescentes. De joven cursó
formación profesional
de la rama administrativa en la EFA Elcható. Hace poco, con los hijos
ya mayores, se embarcó en los estudios de auxiliar de ayuda a domicilio.
Ahora se dedica a este trabajo. “
En Elcható nos enseñaron a trabajar bien y a ver detrás a las personas”.
Inma reconoce que la formación que ha recibido le ha ayudado también en su vida familiar.
“Primero
porque la familia hay que apoyarla en Dios, y yo aprendí a tratarlo en
mi escuela. Él es el que te da la fuerza. Ahora mucha gente tiene los
papeles en el cajón, y a la primera de cambio, ¡hala! a divorciarse.
Pues no: hay que saber querer y eso significa tener paciencia,
perseverancia y comprensión”.
Patricia…
… pisó un club juvenil por primera vez de pequeña, invitada por una
compañera de clase. Su paso por el club fue intermitente; algunos
viernes, alguna convivencia… pero recuerda sobre todo el ambiente de
estudio, de sana diversión, de piedad y ¡de servicio!, que fue lo que
más le impresionó la primera vez que fue a una convivencia:
“Realmente
el ambiente era distinto al común. Tú estabas comiendo en la mesa y la
de al lado te estaba llenando el vaso de agua si se te vaciaba, o te
ofrecía el pan… Yo eso no lo había visto en ningún otro sitio.”
Hoy, 20 años después, asegura:
“Las cosas que allí aprendí me convencieron y me siguen convenciendo, porque me ayudan en mi vida. Merece la pena.”
Marta…
… lo que más le gusta es ver crecer a sus hijos. “
No me lo perdería por nada del mundo”.
Marta vive en Sevilla. Tiene 27 años, es licenciada en Comunicación
Audiovisual, y está en paro. Hace cinco años se casó con Mario,
ingeniero, aunque sin puesto fijo.
“Estábamos muy enamorados y nos lanzamos a la aventura. La verdad es que no teníamos nada seguro, y seguimos sin tenerlo”.
Marta y Mario tienen dos niños pequeños. Y en el Cielo otro que no llegó
a nacer. A Marta le gustaría que recibieran la formación que ella tuvo
en el Club Tamarindos de Cádiz. Allí aprendió a tratar a Dios, a
divertirse mientras crecía en virtudes y a desarrollar lazos de amistad
duraderos. Ve su vida como una aventura:
“En mi familia hemos vivido
cosas grandes, la más feliz la conversión de Mario. Mi marido no estaba
bautizado. Encontró a Dios a través del trato conmigo cuando éramos
novios. La verdad es que fue precioso recorrer juntos ese itinerario
hacia la fe. Imagínate, ¡soy su madrina!”.
OPUSDEI.ES
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