lunes, 25 de febrero de 2013

PERFECTUS DETRITUS: EL ASCO DE LA CRÍTICA


«¡César nos pide más dinero y más hombres para hacer la guerra, cuando ni siquiera es capaz de asegurar la paz romana en sus territorios conquistados!». Un senador se queja abiertamente en presencia de César. Los otros miembros del Senado se revuelven.

La situación es tensa. El orador prosigue: «Existe un pueblecito allá arriba, en las Galias, que se burla de nuestras tropas de ocupación y rehúsa nuestra ley... ¡que César haga que se respete a Roma en los países conquistados, antes de pensar en nuevas aventuras!».


Los senadores ponen contra las cuerdas al gobernador de la omnipotente Roma. Y lo peor es que tienen razón: existe un pueblecito al norte, en las Galias (el pueblo de Asterix y Obelix, como habrás adivinado), que resiste a la ocupación romana. Cuando se queda solo, el gobernante medita con sus colaboradores más próximos: ¡hay que acabar con esos irreductibles para acallar la boca de los que se oponen al poder del César! ¿Qué hacer? Uno de sus consejeros tiene una idea brillante: conoce a un hombre que podría acabar él solo con el poblado galo. Se llama Perfectus Detritus y es especialista en la crítica y la maledicencia. Por medio de la palabra, es capaz de enfrentar entre sí a los miembros de cualquier grupo. Otro de los presentes apoya la propuesta y añade que se trata de «un ser inmundo pero muy eficaz. El horripilante y verdoso rostro de la discordia surge a su paso».

Perfectus Detritus recibe su encargo de dividir a los galos y se dispone a llevar a cabo su misión. Llega con un regalo al poblado galo para el más importante del pueblo. Abraracurcix, el jefe, le espera orgulloso... pero el romano se lo da a Asterix. Comienza a nacer la discordia entre los integrantes del pueblo, que empiezan a enfrentarse unos a otros. Primero las mujeres, luego también los hombres, finalmente hasta Asterix y Obelix.

Examínate despacio, porque son muchas las ocasiones en las que, al hablar, somos egoístas. Hablamos mal de nosotros mismos para que otros nos ensalcen, o criticamos a un tercero para quedar por encima. Somos, en ocasiones, absolutamente inflexibles con los fallos de los demás y, en vez de disculparlos, se lo contamos a todo el mundo. Esa no es la medida de Jesús. Es, más bien, la medida de Perfectus Detritus. Una posición, no lo olvides, capaz de acabar con un pueblo, con una familia, con una parroquia, con cualquier comunidad humana o cristiana.
Grábalo a fuego en tu corazón: la crítica es la carcoma de las verdaderas amistades. Por eso es muy bueno hacer examen, y no es insistir demasiado: ¿cómo va esa lengua? Y, cuando acabes con la lengua, sigue, porque ya sabes lo que dicen: «si no quieres hablar mal, no pienses mal; y, si no quieres pensar mal, no juzgues».

FULGENCIO ESPÁ
Cuaresma con El

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