Oriana Fallaci: “Soy una atea, y si una atea y un Papa creen las mismas cosas, hay mucho de verdad allí”
En una antigua entrevista de Oriana Fallaci en The Wall Street Journal, la ya fallecida periodista decía: «Soy una atea, y si una atea y un Papa creen las mismas cosas, hay mucho de verdad allí». Se refería a la reivindicación de la justicia y el amor típicos de la muy amplia y brillante producción jurídica del Papa Ratzinger. «Me siento menos sola cuando leo sus libros». Benedicto XVI ocupará un alto puesto en la historia del pontificado. Entre otras cosas, por su lucidez y claridad intelectual.
Para los juristas la renuncia de Benedicto XVI
no es estrictamente una novedad, ni histórica ni jurídica.
Históricamente se habla de varias renuncias. Pero en realidad −vistas de
cerca las cosas− solo ha habido una: la de Celestino V.
Los
otros supuestos que suelen aducirse son de carácter legendario, de
renuncias forzadas, o bien de personas con dudosa condición papal (antipapas).
El caso de Celestino V es distinto y creador de un precedente legal que ha seguido vigente hasta ahora. La renuncia de Pedro Angelari de Morrone
−que así se llamaba el monje elegido en julio de 1294 y dimitido en
diciembre del mismo año− fue acompañada de polémica acerca de la
facultad de un Papa para dimitir. El debate fue zanjado por su sucesor Bonifacio VIII
que, en una famosa decretal (una disposición legal eclesiástica),
justificó la renuncia de su predecesor, siempre que lo hubiera hecho
libremente. Esta decisión históricamente fue aceptada como precedente
legal, de modo que el canon 332&2 del vigente Código de Derecho
Canónico dispone: "Si aconteciere que el Romano Pontífice renunciase a
su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se
manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie".
En
la decisión de Benedicto XVI −que entrará en vigor a las 20 horas del
28 de febrero− claramente han concurrido las dos circunstancias que el
Derecho canónico exige para la validez de la renuncia: libertad y
manifestación formal de la decisión. Lo primero, pues la libertad de
renuncia no aparece limitada por circunstancia alguna que disminuya el
pleno juicio del Pontífice ni viciada por miedo grave, dolo o violencia
física. La segunda, ya que la manifestación de su voluntad ha sido clara
e inequívoca. Así, pues, el 28 de febrero Benedicto XVI pasará a ser un
papa "emérito" (por la novedad suena raro, pero así es), con algunas peculiaridades que ahora no son del caso analizar.
En una antigua entrevista de Oriana Fallaci en The Wall Street Journal, la ya fallecida periodista decía: «Soy una atea, y si una atea y un Papa creen las mismas cosas, hay mucho de verdad allí». Se refería a la reivindicación de la justicia y el amor típicos de la muy amplia y brillante producción jurídica del Papa Ratzinger. «Me siento menos sola cuando leo sus libros». Benedicto XVI ocupará un alto puesto en la historia del pontificado. Entre otras cosas, por su lucidez y claridad intelectual.
Rafael Navarro Valls, catedrático de Derecho Canónico
religión confidencial / almudí
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