Hace más de cien años, un escritor ateo presentaba una escena aún hoy desgarradora. Describía a un hombre entrando con un farol en una gran plaza, diciendo a voz en grito: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!... ¿Adónde se ha ido Dios? ... Os lo voy a decir... ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros le hemos matado!... Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos».
Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y le miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos, y se apagó. «Vengo demasiado pronto –dijo entonces–, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres»[11].
Muchos, leyendo estas líneas, han perdido la fe. Y, después de tantos años, casi podría parecer que el momento que anuncian ha llegado por fin: Dios, para mucha gente, no significa nada. Lo sabes bien, porque, si eres reconocido como cristiano, notas con qué extrañeza te miran. Lo ves a diario. Lo experimentas. Lo aprecias en tus compañeros. Luchas todos los días –con tu conducta alegre y normal– por hacer comprensible el nombre de Dios y de la Iglesia. Con todo, es un hecho que casi todos entienden casi nada.
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Sí, pero para mé es un orgullo, soy de los que se santiguan en un restaurante antes de comer, aunque en casa de mis padres por falta de costumbre y vergüenza, a mis 50 años, no lo hago, pero tengo amigos que lo hacemos con toda naturalidad, o decir ·el domingo después de misa voy a..." Es un orgullo ser seguidor de cerca del Maestro, aunque uno sea indigno de Él.
ResponderEliminarJordi Picazo
Me alegro Jordi. Como la realidad es la que describe esta entrada, debemos ayudar a los demás a ir a contracorriente. Recuerda estas palabras de Juan Pablo II: los enemigos de Dios tienen miedo de que los cristianos perdamos el miedo. Un saludo
ResponderEliminarPues es muy cierto, mucha gente esta renegando de Dios, ahora es el momento de los que realmente creemos y amamos a Dios para dar la cara por Él y salir en su ayuda, como Él lo hace por nosotros constantemente. No avergonzarse y demostrar lo que realmente uno es y quiere ser, debe ser un modo de vida. Un abrazo
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