Él tiene 100 años y ella, 95. Llevan 75 años juntos y se miran como el primer día. ¿El secreto? «Paciencia y mucho amor». Eulogio Martínez Navarro tiene 100 años. Aparece por uno de los pasillos de su casa, apoyado en su bastón del que no parece depender demasiado.
Va elegantemente vestido, chaqueta gris oscura a juego con los pantalones, camisa a rayas y corbata azul. Detrás suyo, como si velara por sus pasos, Martina Abian Cebollas, de 95 años, tan elegante como Eulogio, con chaqueta azul, prendedor dorado y collar de perlas. «Esta es mi chavala», dice Eulogio y ella rompe a reír.
Este año cumplen 75 años de casados. La boda se celebró un 26 de noviembre de 1942 y no volvieron a separarse. Se sientan en el sofá y hasta el más despistado no ignoraría que para este matrimonio no ha pasado el tiempo, o, por lo menos, el amor, la complicidad y las caricias.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2015 se produjeron en España más de 100.000 separaciones, divorcios y nulidades de matrimonios. Pero no hacen falta las estadísticas para sorprenderse por la «longevidad» de esta relación. La pregunta obligada es cómo es posible tener el mismo compañero, y sobre todo, seguir amándolo, durante 75 años. La respuesta de ambos es contundente: «paciencia» y, muy importante, «quererse mucho». Parece fácil, ¿no? Para ellos sí. Martina lo que no entiende es precisamente lo contrario: «¿Por qué ahora la gente solo llega a los tres meses, o a los dos años? Siempre se discute, cómo no, y estando tanto tiempo juntos más, pero hay que tener paciencia».
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2015 se produjeron en España más de 100.000 separaciones, divorcios y nulidades de matrimonios. Pero no hacen falta las estadísticas para sorprenderse por la «longevidad» de esta relación. La pregunta obligada es cómo es posible tener el mismo compañero, y sobre todo, seguir amándolo, durante 75 años. La respuesta de ambos es contundente: «paciencia» y, muy importante, «quererse mucho». Parece fácil, ¿no? Para ellos sí. Martina lo que no entiende es precisamente lo contrario: «¿Por qué ahora la gente solo llega a los tres meses, o a los dos años? Siempre se discute, cómo no, y estando tanto tiempo juntos más, pero hay que tener paciencia».
Eulogio nació en Taravilla, Guadalajara y Martina, en Baños de Tajo, en la misma provincia. «Nos conocemos desde pequeños, nuestros pueblos estaban muy cerquita, vivíamos a unos tres kilómetros de distancia y yo iba siempre a verla», cuenta Eulogio. Al cumplir ella 18 y él 23 se hicieron novios. «Le pedí que tuviéramos una relación y me di cuenta de que ella lo estaba deseando», cuenta Eulogio con un humor arrollador. «Sí es cierto, a mí me gustaba mucho, era muy guapo, formal, me encantaba, ¡tiene cien años y mira cómo está!», admite Martina, que también supo enamorar rápidamente a su esposo. «Es pequeñita, pero me gusta toda, de arriba a abajo», reconoce.
Eulogio empezó a viajar con frecuencia a Baños, una vez que los padres de Martina le dieron el visto bueno a la relación. «Me contestaron inmediatamente que sí, sabían que cuando echaba el ojo no me equivocaba», dice ella. El noviazgo empezó a crecer, y al año de estar juntos, se casaron. «Fue un día muy grande, como para todos los que se casan enamorados, no como ahora, que se cambia de pareja todo el tiempo», dispara Martina.
La vida de ambos cambió cuando Eulogio ingresó en la Guardia Civil. Al jubilarse, fue nombrado teniente honorífico. A partir de ese momento empezaron a viajar, con cada ascenso cambiaban de destino y con ellos, llegaba un nuevo hijo. Tuvieron siete en total. «Lo acompañé a todas partes», cuenta Martina. Para ella estar al lado de su marido era lo natural, por eso no entiende lo efímeras que son las relaciones ahora: «El mundo de ahora es un estropajo. La gente no se aguanta una».
«Yo me muero con él»
Juntos recorrieron media España viviendo en cuarteles o donde hacía falta. Y el matrimonio supo transcurrir sin sobresaltos, «no hubo etapas de más o menos acercamiento, si discutíamos, al otro día ya estábamos contentos». Jamás existió para ellos la sensación de «estar por estar», la comodidad. Si llegaron a las bodas de platino no fue porque les ganó la rutina, sino por la necesidad de estar juntos. «No podemos estar el uno sin el otro», zanja Martina. Hoy celebran San Valentín, como celebran cada aniversario. También, fueron premiados por Encuentro Matrimonial, un movimiento católico que reconoce las uniones más duraderas. Este matrimonio no piensa en el final, «aunque preferiría irme antes para que ella pueda buscar otro», bromea Eulogio. Martina se ríe pero admite: «Yo me muero con él, no hay otro igual».
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