Los superhéroes suelen esconder su cara para proteger su identidad y para que sus actos no tengan consecuencias en sus seres queridos. Eligen antifaces, capas, símbolos y hasta un nombre comercial. Tienen poderes y habilidades especiales. Por eso pertenecen a la ciencia ficción. Nosotros hemos conocido hace unos días a un héroe real, también con un apodo póstumo: el héroe del monopatín. No tenía superpoderes ni máscara, pero sí un corazón generoso y una valentía fuera de lo común.
Y también familiares que están sufriendo su pérdida.
Ignacio Echeverría, de 39 años, siempre aparece sonriendo. En todas las fotos. Se le pronuncian los pómulos mientras nos deja ver el hueco entre los dos dientes centrales. Su mirada es limpia, espejo del alma. Con esos ojos él siempre veía a las personas con toda su dignidad, fruto también de su fe. Iba a Misa y hablaba con frecuencia de su tío misionero en Perú, una entrega que le marcó toda su vida. Sabía manejar la adrenalina, acostumbrado a asumir riesgos en los deportes que practicaba: skate, surf y acrobacias con la bici de montaña.
Aglutinaba los ingredientes (generosidad, defensa de la vida, integridad y valentía) para que su reacción fuera instantánea. Sin pensarlo se enfrentó con su monopatín a tres terroristas en Londres cuando acuchillaban a una mujer. Un acto que posiblemente muchos pudieran hacer por un familiar…, pero ¿por desconocidos? Hasta que cayó. Hasta que entregó su vida por salvar a otros, aquellos que pudieron huir durante los 40 segundos que Ignacio presentó batalla. Humilde incluso después de la muerte.
Lejos del reconocimiento institucional de Reino Unido, lo que ha encontrado es la incompetencia y la falta de humanidad de un Gobierno que ha sometido a su familia y amigos a un calvario añadido e interminable, el de la identificación más chapucera que se recuerda. Otra ocasión para ver que el héroe se ha forjado en el seno de una familia capaz de ver que «algo muy triste y muy duro se está convirtiendo en algo muy bonito».
Eso tan bonito es la huella que ha dejado Ignacio en un ejemplo que traspasa fronteras y que hace que nos planteemos cómo reacciona nuestra sociedad ante el terror.
Sabemos que ahora se llama prudencia o sensatez a nuestra cobardía. Lo normal es salir huyendo para que el cuchillo no acabe rajándonos. El comportamiento del héroe del monopatín nos recuerda que no podemos hacer como si la cosa no fuera con nosotros. Cada cuchillada, cada atropello, cada bomba de los terroristas va contra personas que representan nuestra religión, ideas y modo de vivir. Va contra la vida misma, esa que Dios nos ha regalado y es sagrada. Ignacio no miró para otro lado. ¿Cómo habría actuado yo? ¿Y usted? Por eso Echeve es un héroe.
alfa y omega
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