lunes, 5 de junio de 2017

Los aplausos de Nicole Kidman



con ocasión de la ceremonia de entrega de los Oscar, las redes sociales tuvieron como “trending topic” los extraños aplausos de la actriz. Que eran una cosa “mu” rara. Una especie de “quiero y no puedo”. Y no; ella no podía.

Ella misma lo explicó con claridadNo quería dañar el anillo de diamantes que llevaba en su mano.

«Fue muy incómodo», confesó a quien la entrevistaba la actriz (y candidata a un galardón). «Yo pensaba “Dios mío, quiero aplaudir, no quiero aparecer sin estar aplaudiendo”. ¿Qué era peor? No quería que la gente dijera “¿Por qué Nicole no está aplaudiendo?”», añadió.
Así que, «me puse a aplaudir, pero fue muy difícil porque estaba usando un anillo gigante que no era mío. Era precioso y me aterraba dañarlo», admitió.
La idea me vino rápidamente a la cabeza. Aquí hay material para un post: Ella es tan “rica” que una joya, una piedra que ni siquiera es suya, que le han prestado… le impide aplaudir con ganas, con naturalidad, con soltura
Lo que te decía: a veces nos llenamos de bienes. De mucha cosa superflua. Que no nos deja vivir en plenitud… Parece como si quisiéramos ser los más ricos del cementerio… Cuántas veces unos presuntos bienes nos impiden disfrutar de otros mayores…
Antes te mencionaba al austero papa Francisco que, allá por el año 2013, nos subrayaba cómo hay «tesoros riesgosos» que seducen «pero que debemos abandonar». Son aquellos acumulados durante la vida y que la muerte destruye. Y añadía el santo padre (antes de que lo dijera Denzel): «Nunca he visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre, nunca». Pero sí hay un tesoro que «podemos llevar con nosotros», un tesoro que nadie nos puede robar. No es, señalaba, «lo que has estado guardando para ti», sino «lo que has dado a los demás».
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.

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