Mi mujer se apuntó voluntaria a una campaña de recogida de alimentos en un centro comercial. Como era fin de semana, la llevé y me llevé a los niños a comer. Luego, levemente desesperado, acudí pronto a recogerla. Lo que vi me sobrecogió.
No sólo eran ocho palés llenos de alimentos, sino a la gente dándolos. Con generosidad, con naturalidad, con afabilidad, sin darse importancia y sin solución de continuidad.
Era un espectáculo. Quizá mi mujer no lo podía disfrutar porque estaba ocupada en distribuir los alimentos y en dar las gracias. Pero yo, desde mi característica inactividad, estaba deslumbrado.
La caridad era también conmigo, pues se me esponjó el espíritu. Que la bondad es muy buena se comprueba en el bien que nos hace verla en acción. Nos vendría de perlas un baño de ella así, masivo, anónimo, sin derivadas, sin explicaciones, como mínimo una vez en semana.
Al menos a mí, que soy, ya digo, mucho menos caritativo que mi mujer, y que me entretengo en otras batallas. Ojalá a las personas a las que lleguen todos esos alimentos recogidos alcance también, con las calorías, el calor humano del acto de la entrega, de las entregas incesantes y sorprendentes.
Nos conviene recordar mucho las magníficas personas, cada cual con sus personalidades, que conforman nuestra comunidad.
Enrique García-Máiquez, en diariodecadiz.es.
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://anecdotasypoesias.blogspot.com.es
Enrique García-Máiquez, en diariodecadiz.es.
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://anecdotasypoesias.blogspot.com.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario