sábado, 18 de septiembre de 2010

¡CON ESOS ROPAJES NO PUEDE LLEVAR LA CRUZ!

    Comenzaba el siglo VII de nuestra era, y en el Imperio Bizantino había bastante agitación interna. Esta circunstancia fue aprovechada por el rey Cosroes de los persas, que con sus tropas, invadió parte del Imperio, como era Siria y Asia Menor. Y ciudades de gran tradición cristiana cayeron en su poder: Damasco, Jerusalén, Alejandría...  

     La Ciudad Santa, fue conquistada por los persas en el año 614. Y después de la conquista, fue saqueada y arrasada. Y para colmo de males, la reliquia de la Santa Cruz, que se veneraba en una iglesia de Jerusalén después que fuera encontrada milagrosamente por Santa Elena, fue tomada como botín de guerra y conducida a la ciudad de Ctesifonte.

     El mundo cristiano se estremeció ante la profanación realizada por los persas. El emperador cristiano, Heraclio, confortado por el Patriarca de Constantinopla, se aprestó a recuperar los Santos Lugares y el Santo Madero. Después de invocar al Señor y a su Madre Santísima, emprendió la guerra contra los persas y derrotó una y otra vez al enemigo hasta alcanzar la victoria definitiva. Corría el año 627.   

     La Sagrada Reliquia de la Pasión del Señor fue recuperada, y para conmemorar este acontecimiento, la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que ya se celebraba en muchos lugares, se extendió a todo el orbe cristiano.

      Cuenta una vieja tradición, recogida por la Iglesia en el Oficio divino de la fiesta de hoy, que cuando el emperador, vestido con todas las insignias de la realeza, quiso llevar personalmente la Cruz de Cristo hasta su primitivo lugar en el monte Calvario, el peso del Santo Madero fue haciéndose más y más insoportable. Zacarías, obispo de Jerusalén, le hizo ver que para llevar a cuesta la Cruz debería despojarse de la pompa de la realeza, e imitar la pobreza y la humildad de Cristo, que se había abrazado a la Cruz en la desnudez más absoulta. Heraclio se vistió entoncés de humildes ropas de penitente y, desclazo, pudo llevar la Santa Cruz hasta el lugar donde había sido arrancada por los infieles.

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